Cierto es que esta tercera entrega es un poco más entretenida que las anteriores, más seria, más tensa, mejor realizada… Pero al final su larga duración le pasa factura, regresan los bostezos habituales y termina por quedarse a una altura no muy superior.

En lugar de pasarse la mitad de la película contándonos dramas y amoríos tontos de una tripulación que nos da lo mismo, en esta ocasión se plantea directamente un thriller donde asistimos al fallido robo de un avión de lujo repleto de ricos y riquezas. De nuevo un reparto formado por grandes y pequeñas estrellas resulta la clave del éxito, más por reclamo comercial que por brillantez en las actuaciones.

Su buena dosis de drama, muerte y suspense, junto a las impresionantes secuencias marítimas, convierten este blockbuster de catástrofes en una decente forma de matar la tarde, siempre y cuando no le pidas nada más, pues al fin y al cabo el argumento no deja de ser totalmente predecible, tópico y de justa credibilidad, además de alargarse demasiado.

Se deja ver, sin más.