La escalera de Jacob nos traslada a un mundo de alucinaciones, realidades, pasado y presente que se mezclan de forma que el espectador no sabe si lo que ve es real o no. Durante su visionado resulta confusa al intentar encajar escenas, aunque no hay problema en seguirlas por separado.

La ambientación oscura y decadente ayuda a producir inquietud y aumentar el terror. Los efectos especiales son bastante competentes y creíbles. Y Tim Robbins lleva con soltura el protagonismo de la cinta.

El director se mueve por varios géneros, desde el terror al drama bélico, y finalmente construye una historia interesante en la que trata varios temas: Los demonios interiores que nos persiguen al ser incapaces de desprendernos del dolor, la necesidad de dejar atrás esos demonios para ¨liberarse¨ y poder subir la escalera. Por otro lado, la posibilidad de que el ejército administre drogas alucinógenas a sus soldados para aumentar su agresividad. El hecho de que sería imposible descubrirlo, pues los que se acercan al descubrimiento morirían, y los que quieren hablar desaparecerían... eso si no se muere en el propio experimento.

Buena película. El final se ve venir pero es porque el director nos da muchas pistas a lo largo del metraje. De todas formas, lo más importante no es el final, si no los mensajes anteriores.