Cronenberg trae esta vez una especie de drama tratado como una sátira de un humor tan envenenado que horroriza.

Puede que te rías, puede que no; pero la intención de la película no es esa, sino la de crear malestar mediante una visión enfermiza del mundillo del hollywood actual, una sociedad corrompida desde hace años y cuyo futuro se vislumbra aún más insano, repleto de personajes que se corren juergas de sexo y drogas desde los 12 años, que hacen lo que sea por un contrato multimillonario, faltos de cualquier valor moral, narcisistas e intratables, con una visión de la vida en la que sus acciones, por muy horribles o delictivas que sean, quedarán impunes. Incluso les sacarán partido para obtener más dinero.

Cronenberg muestra todo esto de forma tan directa que se ríe de ello, de lo absurdo que resulta ese mundo, aunque en el fondo no tenga ninguna gracia ver a una mujer celebrando la muerte de un niño pequeño o a un chaval de 13 años en rehabilitación. Para hacer la historia aún más enfermiza y satírica, el canadiense no duda en meter en escena un círculo inmoral de incesto, asesinatos y suicidios, sin contenerse.

A destacar Julianne Moore, Mia Wasikowska y el joven Evan Bird que hacen unas grandes interpretaciones de sus excéntricos personajes. John Cusack y Robert Pattinson palidecen ante ellos, aunque no desentonen.

No tiene pérdida.