Da miedo lo que una persona con acceso a todo tipo de fármacos y sustancias puede llegar a hacer a la gente de su entorno.
Aquí Orlando Bloom en el papel de médico novato y maquiavélico ("el fin justifica los medios") provoca en su paciente toda clase de síntomas a través de una medicación intencionadamente incorrecta, porque está enamorado de ella y no quiere que abandone el hospital.

No hay nada en especial que destacar, aparte de la historia en sí, inédita, lo cual ya es mucho. Me ha gustado cuando invitan al doctor a cenar, en un intento de encasquetarle a la hija mayor que es una golfa, y pese a querer parecer una familia modelo, terminan demostrando ser gente chabacana y vulgar.

Es una historia fría pero tremendamente real. Aquí no verás camillas corriendo por los pasillos con 7 médicos para atenderla mientras gritan que necesitan 10 mg de nanainonina. Es más, me parece exagerado el control que lleva el hospital sobre los tratamientos y medicaciones de todos los pacientes. Seguro que en la realidad el control que se lleva es más laxo.

Lo tremendo de esta historia es que mañana te puede tocar a ti.