Una de las novedades más potentes de Netflix para este año era una nueva serie apadrinada por David Fincher, uno de esos directores que son mi debilidad. Así que ‘Mindhunter‘ era un plato que nadie me podía impedir degustar.

Si hay un especialista capaz de hacernos adentrar en la mente del asesino, ese es David Fincher, pues lleva explorando psicópatas casi desde el comienzo de su carrera, desde la inmortal ‘Se7en’ hasta ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’.

Si hay una película con la que esta serie puede tener más de un parecido es con ‘Zodiac’. Para empezar, porque la acción nos hace viajar hasta el año 1977, cuando dos agentes del FBI comienzan a revolucionar las técnicas de investigación, encontrando respuestas a cómo atrapar a asesinos en serie y mentes psicópatas.

Con sus habituales encuadres, dejes y obsesiones, ‘Mindhunter’ avanza con ritmo pausado, presentando a los personajes principales y asesinos marca de la casa. Tenemos al joven e inexperto que sufrirá un cambio fundamental según avanzan los episodios, cambio que también afectará al experimentado y más curtido compañero. Jonathan Groff y Holt McCallany se mueven muy bien en ambos papeles, bien secundados por la autoritaria e inflexible presencia de Anna Torv. Y luego están, cada una de las “piezas” de estudio, a cada cual más ido de la olla que el anterior (con mención especial al primero de todos ellos).

Si hay algo que caracteriza a ‘Mindhunter’, es que no hay una serie igual. Es un producto original y diferente dentro del gran repertorio de series policíacas y de asesinos en serie que abundan en la televisión. Necesita un poquito de la paciencia del espectador para terminar de arrancar, pero es garantía de éxito a partir del tercer episodio.

Muchos cabos quedan sueltos después de su gran final, en el que el comportamiento del protagonista no volverá a ser igual tras los acontecimientos. Esperemos que el cuidado y el detalle que Fincher pone a sus producciones, no decaiga en su segunda entrega.

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