Existen tres sencillas razones por las que "Ghost" es una de mis películas favoritas. La primera es porque me parece una bonita e imaginativa historia. Y la explicación es muy sencilla: dicen que cuando un ser querido muere, no se va de tu lado hasta que no te ve feliz. Eso mismo hizo Sam con Molly: la amaba, tenían una vida juntos e incluso, planeaban casarse, pero el desgraciado de Willy López terminó con eso de un balazo. Molly dijo, angustiada: "Aún puedo sentirte". Y no se equivocaba. Sam Wheat, la única persona a la que había amado, se había quedado a su lado hasta protegerla de su asesino y del verdadero culpable de todo: Carl, el que era el "mejor amigo" de Sam.
La segunda razón es más personal. Hace cuatro años que mi abuela materna murió, y, al igual que Molly, siento que aún la tengo a mi lado. Nunca se pueden olvidar ese tipo de cosas, y menos cuando se tienen nueve años.
Y la tercera y última razón por la que "Ghost" es una de mis películas favoritas es porque ha sido la única película que me ha hecho derramar casi tantas lágrimas de tristeza y alegría que "Titanic."
Aquel mismo año, se grabó otra película de éxito: "Pretty Woman", dirigida por Garry Marshall y protagonizada por el guaperas de entonces 41 años, Richard Gere, y una joven de 23 años, Julia Roberts. Hace un tiempo vi un documental de Cuatro sobre prostitutas, y el periodista le preguntó al jefe: "¿Y no hay ningún cliente que se preocupe por la chicas", a lo que el respondió: "No. Pretty Woman es sólo una película. Esas cosas no ocurren en la vida real". Ahí me di cuenta de que "Ghost" es, en muchos sentidos, más real. Y aunque los noventa no fue la mejor década del cine, este clásico con Patrick Swayze, y una joven Demi Moore, es ya, ¿por qué no decirlo? Una de mis favoritas.