"Si no hay calor, comunicación, sinceridad con el espectador, no merece la pena hacer cine".

Estas palabras del director italiano definen perfectamente "Il ladro di bambini", el mejor acercamiento hasta la fecha de Amelio al tan amado y recordado neorrealismo que durante la década de los cuarenta y de los cincuenta hicieron del cine algo muy grande. Una vuelta al humanismo, emocionante y cercano, y que no deja lugar a sentimentalismos baratos. Hasta en el título podemos divisar un aire a Di Sica ("Ladri di biciclette"), y también en las formas...y qué formas.

Amelio filma esta historia de inocencia robada con una bonita delicadeza que, con ayuda de un guión sencillo y cuidado, convierte la película en un paseo sorprendente para espectador. Y no solo para éste. Los protagonistas se implican en el espíritu con el que Amelio rueda, con esas pausas, esas miradas contenidas, aguantadas hasta el infinito; silencios que hablan sin parar y relaciones llenas de corazón y sinceridad. Un Enrico Lo Verso en un primer trabajo contundente y lleno de honestidad. Su personaje, Antonio, es el claro reflejo de la bondad y de las segundas oportunidades que da la vida en forma de ángeles y que aparecen sin saber de dónde ni porqué.

Mientras Luciano y Rosetta representan esa sociedad oscura y criminal que hacen de algo maravilloso como la niñez un infierno y que marca a fuego y para siempre. Personajes jóvenes pero de tremenda complejidad. Sobre todo Rosetta. Una niña obligada a prostituirse por su madre, consciente de su desgracia y que intenta en todo momento dejar atrás lo vivido, aún sabiendo que le perseguirá toda su vida. Escenas maravillosas las que tienen los tres protagonistas que avanzan en su conocimiento más íntimo a la vez que se desarrolla ese hilo argumental tan acertado. Los recuerdos que dejarán unos en otros serán tan inolvidables como los que deja en el espectador.

Giani Ameli. Despúes vendría "Lamerica", "Cosí Ridevano" o "Las Llaves de Casa" películas notables para la confirmación de un director que habla con sinceridad al público, si caer en melodramas o lágrimas fáciles, y cuya labor en el cine italiano a día de hoy se puede considerar muy relevante para la continuación de una historia que siempre ha sido bonita: la de Italia con el Cine.