Estamos ante una película muy, muy especial: es un largometraje español dirigido por un cineasta argentino que realizó alguna que otra incursión en el cine español, Luis Saslavsky (que en los créditos aparece como Saslavski, creo recordar) y protagonizado por una estrella del cine mexicano, María Félix, una de las actrices más bellas que ha dado el cine. Además, el argumento en el que se basa el guión es del francés Jean Cocteau, y los diálogos en español son de Miguel Mihura, según los créditos.

Con esos inusuales mimbres, se configura una obra muy atípica -al menos para el cine español de esos años- que se establece en los dominios del cine negro, en un escenario exótico -la acción se mueve en el Marruecos español, más o menos entre las ciudades de Tánger y Tetuán- y que además incluye extrañísimas pinceladas de brujería y surrealismo, éste último representado en el sueño del personaje de María Félix con el que se abre la película. Hay sueños de muerte, de riqueza, y un triángulo amoroso entre María Félix y los italianos Rossano Brazzi y Vittorio Gassman, los tres muy compenetrados con sus papeles.

Realmente es un largometraje muy raro, lleno de presagios de muerte (buitres, cementerios), pero a la vez es un estupendo ejemplo de cine negro, realizado en los años de despegue de este género en el cine español.