Le realidad de los ancianos es esa que cada día les despierta de sus sueños para afrontar todo lo cotidiano con dignidad y valentía, el mejor premio la noche con un sueño reparador en el que puedan volar como un águila o bucear como un delfín, la magia de los deseos se agita en el cerebro y hace que todo sea posible.

John Carroll Lynch se pone en la piel de alguien que solo tiene que sacar a su presente a pasear por un pequeño pueblo del desierto. Las imágenes de un día y otro pueden parecer repetitivas pero nada mas lejos de la realidad, de esa que a cualquier anciano le traen los mismos recuerdos y miedos una y otra vez.

Magistral la aportación de Harry Dean Stanton en su papel protagonista, ajado, con la mirada lánguida y la piel arrugada y curtida por el sol pero con una humanidad que no le cabe en el pecho.

Una película mas que recomendable, no aporta diversión y entretenimiento pero si da mucho que pensar.