Es difícil para el ser humano olvidarse de su pasado, especialmente cuando en la juventud se ha formado parte de un clan a su vez anclado en un origen muy lejano.

Los irlandeses, un pueblo que siempre ha sabido sufrir opresiones, hambrunas y emigración, son fuertes por naturaleza y por convicción, para ellos, quizá más que para otros, su origen, la cuna de sus ancestros es sagrada y motivo de orgullo.

Phil Joanou nos introduce en los pequeños reinos de “taifas” en que se encontraba dividida Nueva York en el siglo pasado, los irlandeses y los italianos tenían, al igual que dos carneros en celo, disputas continuas con lo que la sangre y la violencia era una situación cotidiana en las calles.

Buena interpretación de Sean Penn que tiene que mantener el equilibrio entre los sentimientos de sus seres queridos de un pasado próximo y las obligaciones que le impone el llevar una placa policial.