Por favor, un Oscar ya para Emily Blunt. Y de paso, otro para Denis Villeneuve.
El canadiense se ha convertido en sinónimo de, como poco, cine más que interesante y siempre ejemplo de elegancia, madurez narrativa y profundidad de guión. Algo que, por desgracia, cada vez se ve menos en el cine comercial, o el cine en general. Y la británica acumula ya tantas interpretaciones sobresalientes (El diablo viste de Prada, Looper, La pesca de salmón en Yemen, La reina Victoria, El Hombre Lobo, Into the Woods) que merece ser reconocida a la de ya como una de las mejores y más interesantes actrices del mundo, así como una de las más versátiles. Y qué decir también de Benicio del Toro, especialista (¿encasillado?) absoluto en personajes de tipo duro entre el bien y el mal, un rol que nadie actualmente hace como él (y qué carismático y atractivo es).
Sicario, en sus ingredientes, es sobresaliente, y tiene lo mejor de una película. No se centra en la acción desmedida, que hubiera sido lo fácil, sino en los personajes, las relaciones entre ellos, y por supuesto el retrato más crudo del negocio del narcotráfico en toda su peligrosidad y terrible esencia. Los diálogos son estupendos, la realización de Villeneuve es maravillosa (qué don tiene este hombre para la cámara...) y cuando llegan los tiros, que los hay, golpean al espectador de una forma tremenda (ver la ejecución final), al igual que los momentos de tensión más intensa entre Alejandro y Kate (la última escena).
¿Qué tiene de malo? Pues precisamente lo que comentábamos antes. El ritmo en ocasiones es demasiado lento, y seguramente no le hubieran venido mal quince minutitos menos. Pero el año ha sido tan malo en lo cinematográfico y los guiones importan tan poco en un alto porcentaje de cine que es un bálsamo encontrarse una película tan cuidada y tan bien hecha como Sicario.

Lo mejor: Emily Blunt. Simple y llanamente una de las mejores actrices del mundo.
Lo peor: Es demasiado densa.