Qué querencia tiene el cine americano por los amores (casi siempre adolescentes) y las enfermedades. Es una verdadera obsesión.
Toda una vida en un año es difícilmente distinguible de otras cintas similares como Bajo la misma estrella, Un paseo para recordar, A dos metros de tí o Cuando apareciste tú. Quiere ser muy comercial, está verdaderamente desesperada por hacer llorar a los espectadores (muy acertada la crítica, reflejada en esta casa de FilmAffinity, en la ficha de la película, que dice que si pudiera la propia película saldría de la pantalla para pellizcar los ojos al personal), lo cual no juega a su favor, y además tiene en pantalla una pareja que, hablando en plata es un desastre. Cara Delevingne se las ha arreglado para estar en proyectos interesantes como Valerian o Carnival Row, y se desenvuelve bien, y Jaden Smith parece haberse sobrepuesto al desastre que supuso para su carrera interpretativa el desastre de After Earth (el momento más bajo de la carrera de M. Night Shyamalan). Además, tiene un parecido físico asombroso son su famosísimo padre, Will, cuando este era más joven. Sin embargo, Delevingne y Smith tienen la misma química que el agua y el aceite. Es decir, ninguna. Es una pena, pero así es. No sabemos si es porque ella parece mucho mayor que él (aunque no hay tanta diferencia en la realidad) o porque sencillamente no forman buena pareja en pantalla. No hay conexión, no hay química, no hay pasión, no hay nada. Funcionan mejor por separado o con los secundarios (ay, Cuba Gooding Jr... para lo que has quedado) que juntos, y eso es letal para una película romántica.
Se salva por los pelos porque algo entretiene. Pero muy por los pelos.

Lo mejor: Entretiene.
Lo peor: Tiene una verdadera desesperación por hacer llorar al público, y la química entre Smith y Delevingne es nula.