La pena de Granujas de medio pelo es que la segunda parte de la película no está a la altura de la primera. Una vez Woody Allen y Tracy Ullman se hacen ricos, la cosa pierde gracia a pesar de la acertada crítica que hace Allen de los nuevos ricos rodeados de horteradas, vestidos de leopardo y con la mansión llena de estatuas. Una pena, porque la idea inicial era estupenda, y el frustrado asalto al banco está lleno de detalles tronchantes casi siempre a cargo de la pareja protagonista, pero también del elenco de excelentes secundarios.
Como (casi) siempre, Un Allen de altísimo nivel.

Lo mejor: Su primer tercio, muy divertido
Lo peor: No termina de estar a la altura después