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Talibán rating:
7
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- es
November 20, 2011
65 of 80 users found this review helpful
Estoy más cerca de Servadac y Txarly que de Chago.
Al dirigir “Un Dios salvaje” hay un riesgo genérico y dos específicos. El genérico es el mismo de todas las obras teatrales, hacer olvidar al espectador que está viendo teatro.
Los tres espacios que se salen del escenario central nos son mostrados siempre de la misma manera: la cámara los descubre siguiendo a uno o varios personajes. Es una forma hábil de conservar la unidad y a la vez evitar la sensación demasiado teatral que da un “mutis”. Por otra parte Polanski no se obsesiona con sacar la cámara de ese salón, por ejemplo cada vez que se cita un acontecimiento externo o se habla por teléfono, algo que paradójicamente también daría la misma impresión de teatro filmado. Cito a Hitchcock, a propósito de “Crimen perfecto”:
“Sostengo una teoría sobre los films basados en obras de teatro, que incluso aplicaba en tiempos del cine mudo. Muchos cineastas toman una obra de teatro y dicen: "Voy a hacer con esto un film" e inmediatamente se dedican por lo que llaman el "desarrollo", que consiste en destruir la unidad de lugar, saliendo del decorado. (…) olvidan de esta manera que la cualidad fundamental de la obra reside en su concentración. (…)El film que se obtiene de esta manera dura generalmente el tiempo de la comedia más el de algunos rollos que no tiene ningún interés y que se han añadido artificialmente.”
Y, desde luego rueda magníficamente, imponiendo un dinamismo nada estridente, repitiendo planos sólo cuando tiene un significado cinematográfico y mostrando las cuatro paredes con naturalidad. El texto apuesta por la claustrofobia pero la planificación hace que la película respire.
Los riesgos específicos son:
- Ser capaz de controlar el progresivo giro de tono que da la historia
- Contestar a la pregunta que se hace el espectador durante toda la función: ¿Por qué diablos no se van los invitados si tanto lo desean?
Al dirigir “Un Dios salvaje” hay un riesgo genérico y dos específicos. El genérico es el mismo de todas las obras teatrales, hacer olvidar al espectador que está viendo teatro.
Los tres espacios que se salen del escenario central nos son mostrados siempre de la misma manera: la cámara los descubre siguiendo a uno o varios personajes. Es una forma hábil de conservar la unidad y a la vez evitar la sensación demasiado teatral que da un “mutis”. Por otra parte Polanski no se obsesiona con sacar la cámara de ese salón, por ejemplo cada vez que se cita un acontecimiento externo o se habla por teléfono, algo que paradójicamente también daría la misma impresión de teatro filmado. Cito a Hitchcock, a propósito de “Crimen perfecto”:
“Sostengo una teoría sobre los films basados en obras de teatro, que incluso aplicaba en tiempos del cine mudo. Muchos cineastas toman una obra de teatro y dicen: "Voy a hacer con esto un film" e inmediatamente se dedican por lo que llaman el "desarrollo", que consiste en destruir la unidad de lugar, saliendo del decorado. (…) olvidan de esta manera que la cualidad fundamental de la obra reside en su concentración. (…)El film que se obtiene de esta manera dura generalmente el tiempo de la comedia más el de algunos rollos que no tiene ningún interés y que se han añadido artificialmente.”
Y, desde luego rueda magníficamente, imponiendo un dinamismo nada estridente, repitiendo planos sólo cuando tiene un significado cinematográfico y mostrando las cuatro paredes con naturalidad. El texto apuesta por la claustrofobia pero la planificación hace que la película respire.
Los riesgos específicos son:
- Ser capaz de controlar el progresivo giro de tono que da la historia
- Contestar a la pregunta que se hace el espectador durante toda la función: ¿Por qué diablos no se van los invitados si tanto lo desean?
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Lo primero lo salva Polanski muy al estilo Polanski, con extrema elegancia, filmando exactamente igual cuando la película es una absurda comedia cotidiana que cuando se convierte en una comedia del absurdo cotidiano. El registro interpretativo cambia, sobre todo de las actrices, e inevitablemente se tambalea pero al cabo se mantiene firme, victorioso y, sobre todo, unitario.
Los personajes esconden un “yo” auténtico que va desvelándose paulatinamente e imponiéndose sobre su “yo” aparente. Polanski obra con extrema habilidad, jugando, como hace siempre, con ventaja. Superpone ambos caracteres desde la primera escena, muestra en la interpretación de los actores cómo los personajes navegan entre la necesidad de la apariencia y el impulso por rebelarse contra ella. Así, el personaje de Jodie Foster es una pedante insufrible desde la imagen inicial, catamos la impostura de Kate Winslet sin esfuerzo, Christopher Waltz es odioso nada más aparecer y de John C. Reilly percibimos claramente su patetismo claudicante. Son personas a las que se les ve el fondo pero, y aquí creo que está el acierto de Polanski, no lo bastante como para no recibirlos con amabilidad en nuestro salón.
En cuanto al segundo riesgo, Polanski no contesta a la pregunta. No sabemos realmente por qué los invitados no se largan sin más, y la obra queda inconclusa. Al renunciar a una interpretación superrealista, al estilo de Buñuel, Polanski nos escamotea impunemente una pieza del rompecabezas y se queda tan pancho. Eso también es muy Polanski.
Los personajes esconden un “yo” auténtico que va desvelándose paulatinamente e imponiéndose sobre su “yo” aparente. Polanski obra con extrema habilidad, jugando, como hace siempre, con ventaja. Superpone ambos caracteres desde la primera escena, muestra en la interpretación de los actores cómo los personajes navegan entre la necesidad de la apariencia y el impulso por rebelarse contra ella. Así, el personaje de Jodie Foster es una pedante insufrible desde la imagen inicial, catamos la impostura de Kate Winslet sin esfuerzo, Christopher Waltz es odioso nada más aparecer y de John C. Reilly percibimos claramente su patetismo claudicante. Son personas a las que se les ve el fondo pero, y aquí creo que está el acierto de Polanski, no lo bastante como para no recibirlos con amabilidad en nuestro salón.
En cuanto al segundo riesgo, Polanski no contesta a la pregunta. No sabemos realmente por qué los invitados no se largan sin más, y la obra queda inconclusa. Al renunciar a una interpretación superrealista, al estilo de Buñuel, Polanski nos escamotea impunemente una pieza del rompecabezas y se queda tan pancho. Eso también es muy Polanski.