Combinando fotos fijas con la acción real, este documental nos transporta al mundo de la vejez, dando protagonismo a ancianos solitarios y olvidados por los suyos y por la sociedad, viviendo la mayoría de ellos en el campo, con rostros arrugados por el tiempo, manos rotas por el trabajo y un carácter curtido en miserias. Tienen libertad total para expresar lo que deseen ante la cámara, únicamente en varias ocasiones el documentalista introduce algunas de las preguntas básicas que siempre se ha hecho el ser humano.

Por la pantalla se van sucediendo historias y personas inolvidables. Hay quien piensa, dado que sólo ha trabajado en esta vida, que debe seguir haciéndolo o morirá; otro mantiene sus ganas de vivir gracias a su pasión por los viajes al espacio, recordando cientos de datos y coleccionando multitud de recortes de prensa que siempre guarda en su raída gabardina, junto con una gran lupa para poder leer la letra pequeña; otro vive en un antiguo remolque en mitad del campo, tocando su gaita cuando pastorea sus ovejas y cogiendo una borrachera de vez en cuando, ya que opina que en la naturaleza todo lo seco está muerto; otro, cuando la cámara está grabando como duerme y una voz en off cuenta su historia, de pronto se despierta y con una intensa mirada dice a cámara que aun está vivo; otro que se traslada arrastrándose por el suelo, ya que un carro de dos toneladas le rompió las piernas, nos muestra como es autosuficiente para llevar toda su granja y como poco a poco sube las escaleras para poner comida en su abarrotado acuario de peces; otro le pregunta al monte negro cuando le devolverá a su esposa... Y así multitud de experiencias vividas.

Algunas reflexiones son dignas de un filósofo y tan bellas que parecen creadas por un poeta. Sin lugar a dudas son verdades absolutas.

Y casi todos pese a su soledad, pese a su miseria, están contentos con su vida. Como dice uno de ellos: "El que tiene algo, quiere más. El que no tiene nada, lo pasa bien."

Toda una lección de humildad.