Magnífica ambientación para uno de los clásicos de Kubrick, principalmente, por representar su entrada en un nuevo género, permitiéndole tocar multitud de campos.
Los escenarios, el vestuario y especialmente el maquillaje son espectaculares. Muy logrados, muy certeros, muy nacionalistas.
Los interpretes, sin embargo, son alternos.

Ryan O'Neal interpreta al antihéroe transformado, al infeliz que se vuelve cruel, al hombre atormentado por su sufrimiento y que vierte su venganza en actos contra quién lo ha atacado (contra la jerarquía social).
Barry Lyndon no es valiente, pero es decidido, que no es poco.

Leon Vitali y Patrick Magee interactúan con éxito con el protagonista, y Marisa Berenson se enamora de su apuesta figura y falso cariño.

Barry Lyndon es la historia de la escalada y caída del hombre con sus defectos. Es un clásico por su contenido e importancia. Pero bien podría haber tenido mejor ritmo y mejor final (ambos sucumben a un segundo visionado, cuando ya se pierde parte del factor sorpresa de las escenas).