La total inverosimilitud de los acontecimientos narrados en Gravity hacen muy difícil al espectador creer que está viendo algo más que una sucesión de imágenes impactantes. Apenas ocurre nada en todo el metraje de la película que tenga el menor atisbo de ser plausible, y bajo estas condiciones no es posible hacer más que maldecir las ocurrencias de un guión que exige la total falta de espíritu crítico en el espectador.

Más allá de todo esto, el argumento como tal es mínimo: noventa minutos de película en que realmente ocurre muy poco. Y aún así hay lugar para cierta sensiblería facilona y algún giro previsible, tan propios ambos de los productos más comerciales procedentes de Holywood.

Admitiendo que Gravity es una película mediocre en lo narrativo, hay que reconocerle sus enormes virtudes visuales. No impresionan solamente los escenarios, sino el genio con que se mueve la cámara y se suceden los planos. Una película que solamente se disfruta en la superficie.