Sin duda, Cluzet y Marceau ya son suficiente aliciente para ver una película. Más todavía si es francesa, si eres como yo un enamorado de la producción filmográfica de nuestros vecinos. De cualquier cosa, de cualquier idea o situación, paren películas cuando menos digeribles. Este es el caso. Una película menor, sobre los encuentros y desencuentros de una mujer y un hombre maduros, un amor imposible porque supondría romper la fidelidad del hombre, casado y, además, felizmente, con hijos... Se viven los momentos de pasión, ardientes, siempre envueltos en ensoñaciones que molestan y confunden al espectador, que llega un momento en el que no sabe cuándo imaginan los protagonistas y cuando suceden cosas realmente en la historia. Además, lo más preocupante, hay un momento en el que simplemente te da lo mismo que sea cierto o sea soñado: deja de interesar al espectador una historia tan anodina como bien interpretada. Y es que Sophie Marceau (espléndida en su madurez) y Cluzet (infalible o casi) valen para aguantar esta absurda historia que, al menos, se cuenta en menos de hora y media.