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Spain Spain · Madrid
keizz rating:
8
Comedy. Adventure The Grand Budapest Hotel recounts the adventures of Gustave H. (Ralph Fiennes), a legendary concierge at a famous European hotel between the wars, and Zero Moustafa (Tony Revolori), the lobby boy who becomes his most trusted friend. The story involves the theft and recovery of a priceless Renaissance painting and the battle for an enormous family fortune -- all against the back-drop of a suddenly and dramatically changing Continent.
Language of the review:
  • es
March 23, 2014
92 of 111 users found this review helpful
Es una comedia de Wes Anderson. Que no es lo mismo que una comedia cualquiera. Es una película con sello de autor, que no podría ser de ningún otro. Personalmente, diría que es una comedia de sonrisa más que de risas. Pero es divertida a rabiar. Quizá no sea de carcajadas (para mí no lo es) pero es muy divertida, entretenida, de sonrisa casi perenne.

Estamos ante un espectáculo. Algo que mantiene a los sentidos ocupados durante todo el metraje. Es un espectáculo sensorial, una fiesta de colores, música e imágenes vertiginosas. Como digo, puro espectáculo.

Basada en los libros de Stefan Zweig, se nota en la manera de exponer el escenario en que se desarrolla la película. La Europa de los años 30 tantas veces retratada por Zweig con tanta destreza es el paisaje en el que sitúa Anderson a los personajes de su historia. La Europa de aquella época, tan misteriosa como hermosa, con sus hoteles lujosos, sus delicadas pastelerías, aquellos perfumes franceses, esos trenes de vapor que podían ser asaltados en cualquier momento por la policía alemana…

“El Gran Hotel Budapest” nos retrotrae inevitablemente al cine de animación, a las maquetas, a los decorados rimbombantes. Parece una película de dibujos animados interpretada por personas. Recuerda bastante al cine de Charlot o Buster Keaton, pero esta vez en color. Qué digo en color, el una borrachera de colores. No sabemos como serían aquellas películas de cine mudo si se hubieran hecho con los medios actuales, pero supongo que se parecerían bastante a ésta.

Como en los dibujos animados, aquí también se desdramatizan las situaciones por muy graves que parezcan. La segunda guerra mundial tratada de un modo trivial, desprovista de cualquier atisbo de circunspección. La guerra, la muerte, en esta película se ven con una sonrisa, nada impresiona. Si alguien tira un gatito por la ventana y lo estampa contra el suelo de la calle, no produce ningún mal sentimiento, al contrario, mueve a la risa. Todo lo malo que pasa lo vemos con ojos infantiles, como cuando ves dibujos animados donde todo es reversible. Como en los sueños, donde todo lo malo que pasa se puede solucionar solo con despertarte. Como en los juegos, que por mal que acaben, siempre puedes volver a empezar.

Wes Anderson vuelve a hacer una película con su habitual fórmula. Tiene derecho a hacerlo y además lo hace muy bien. Nos vuelve a introducir en su mundo preciosista, y vuelve a poner los aspectos formales muy por encima del fondo. En su afán por impresionar, se recrea tanto en la estética exterior que pierde de vista la esencia de la narración. Esto hace que la película sea una delicia para los sentidos pero que no alimente el alma. Los personajes carecen de profundidad porque están al servicio de lo principal, que es la parte visual. Esto es habitual en las películas de Anderson, aunque debo decir que en esta ocasión los personajes dejan trascender una cierta ternura, y hay un tono general melancólico en la película respecto a aquella vieja Europa.

Esta profunda sensación de melancolía viene producida en parte por la música. Una vez más, para mi gozo, la música vuelve a correr a cargo de Alexandre Desplat (últimamente siempre está presente en las películas que veo) y su intervención engrandece la película. El elemento musical funciona a la perfección en la película y corrobora mi impresión de que Desplat es un genio en eso de añadir música a las imágenes.

Y si la música es exquisitamente bella, la parte visual no va a la zaga. Los habituales ejercicios estéticos de Wes Anderson se superan más aún si cabe en este film. Deslumbran esos colores del hotel, rojo intensísimo, violetas, rosas. Esas imágenes de los Alpes nevados donde el blanco y los tonos azulados del anochecer componen un cuadro admirable. Y no son sólo los colores, claro, son los fantásticos movimientos de cámara y la excelente utilización del encuadre, es la multitud de cuidadísimos detalles y el ostentoso diseño de producción lo que hace que, todo junto, componga una maravillosa coreografía estética que no está al alcance de cualquiera y que es imposible no admirar.

El reparto es grandioso, aunque también forma parte de la pretenciosidad de Anderson, ya que hay algunos grandes actores que aparecen casi testimonialmente y que apenas sirven para engordar la lista de grandes nombres de intérpretes de la película, como por ejemplo Bill Murray, que apenas aparece durante unos segundos. El resto, junto a los dos protagonistas (Fiennes y Revolori), grandes nombres como F. Murray Abraham, Adrien Brody, Edward Norton, Harvey Keitel (irreconocible), Jude Law, Willem Dafoe o Jeff Goldblum. Como veis, todo en esta película es exceso y derroche.

De todas las películas que he visto de Wes Anderson, me quedo con ésta. Me lo he pasado bien, y, a estas alturas, empiezo a admirar sus virtudes y a soportar sus defectos. Sin duda vuelve a ser excesivamente excéntrico y camina moviéndose peligrosamente entre la genialidad y la patochada, pero, a mi juicio, esta vez gana la parte buena.
keizz
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