Von Fritz trae a la cinematografía de tinte futurista un elemento de la mitología alemana muy particular, como lo sería el Doppelgänger, que es una copia fantasmagórica y maliciosa de una persona.
En el filme se nos presenta uno como elemento narrativo que va a componer parte de la trama: Un robot con apariencia femenina que toma la imagen de una mujer raptada.
Por supuesto, a diferencia de su contraparte folclórica, el Doppelgänger no es hecho por magia, sino que presenta un alcance tecnológico futurista que, incluso a nuestros días nos resulta complicado de visualizar en el marco de la realidad, aun con todo el avance tecnológico.
Metrópolis también nos sitúa en una visión muy distorsionada de lo que la ciudad futurista es. Una remarcad división entre “los de arriba y los de abajo”, en donde los rascacielos y edificios adornados en metales brillantes y pulidos, luces y de una escala desproporcionada (que a mi parecer evoca mucho a la arquitectura fascista por ese carácter voluminoso y aplastante) aparenta ser en toda regla de definición de utopía, pero una vez visto el filme el contexto es una gran fachada para lo distócico del mundo que se nos plantea.