Para empezar, habría que decir que la idea básica sobre la que se desarrolla el guión es un plagio descarado de una buena película francesa (En la casa), con la que no admite comparación alguna. El guionista ha tomado el marco narrativo y lo ha rellenado como ha podido de personajes (algunos de ellos bien definidos) y de acciones, en buena parte absurdas, que rozan o caen en muchos casos en el patetismo, al no encontrar el soporte del talento que se echa continuamente de menos.

Hay un personaje bien definido e interpretado que es la portera, pero que el director en un alarde de falta de ética y de buen gusto, ha sometido a la indignidad de desnudar a la protagonista en una escena cruel e innecesaria, en la que una gran actriz, cercana a los 60 años, tiene que exponer su cuerpo desnudo a la mirada horrorizada de los espectadores que entiendan de cine y tengan un mínimo de sensibilidad hacia la dignidad humana.

Si quitamos la vergüenza ajena por la que el espectador tiene que pasar con los desnudos injustificados del protagonista enseñando los genitales y de la portera, tenemos una película que se deja ver, por la simple curiosidad de saber cómo acabará aquel despropósito sin pies ni cabeza, sin profundidad ni talento narrativo. Pero cuando transcurren las dos horas, te das cuenta de que la espera no ha merecido la pena y te haces el propósito, una vez más, de no asistir a ninguna otra película española.

Es lo que hay.