Cuando era pequeño, junto con las películas de vaqueros, recuerdo que siempre ponían en la tele películas de aventuras ambientadas en África. Los exploradores blancos se tenían que enfrentar a los peligros de la selva, los animales y las tribus caníbales, mientras que los pobres porteadores siempre acababan cayendo por un precipicio. Pero desde hace muchos años este tipo de películas ha pasado a la historia. El cine de aventuras actual poco tiene que ver con aquel, así que se agradece recuperar una película como Los demonios de la noche, no se si la única, pero desde luego una de las pocas aventuras en África rodadas en los últimos años.
El director Stephen Hopkins se dio a conocer dirigiendo la quinta entrega de Pesadilla en Elm Street, y a partir de ahí se especializo en cine de acción con resultados en general bastante limitados, siendo Los demonios de la noche junto con el thriller posterior Bajo Sospecha, lo mas potable de su carrera.
A finales del siglo XIX un ingeniero inglés se traslada a África a supervisar la construcción de un puente. Viajar a África era su gran sueño, pero una vez allí comprueba que los peligros que ofrece este continente pueden ser fatales. Los ataques nocturnos de dos leones siembran el terror entre los trabajadores, paralizando la obra. Ante esta situación él mismo se dispondrá a dar caza a los animales. Para ello contará con la ayuda de un experto cazador.
Poco más que esto que he contado es lo que ofrece la película. No hay tramas secundarias de interés, los personajes están descritos sin grandes matices y se pasa de largo por situaciones, como el conflicto con los trabajadores, que podían haber dado un mayor juego dramático. Con todo esto la película podría haber sido un fiasco considerable. Pero donde Stephen Hopkins acierta es en su lado más puramente salvaje. La presencia de los leones está mostrada de forma inquietante y misteriosa, como si fueran dos fantasmas en la oscuridad. Cada uno de sus ataques resulta verdaderamente brutal, con alguna secuencia tan brillante como la del ataque al hospital. Suya es la película y gracias a ellos Los demonios de la noche consigue mantener el vuelo sin estrellarse en su propia simpleza. También hay que reconocer que África ayuda lo suyo y sirve para que el director de fotografía y el músico, en este caso dos maestros, se luzcan lo suyo. Mas desapercibidos pasan, en cambio, el correcto trabajo de Val Kilmer, y la presencia en un papel importante, pero secundario de un Michael Douglas buscando lucimiento.