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Barfly rating:
8
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July 5, 2009
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Inspirado drama pugilístico firmado por Michael Curtiz.
Aunque deslucido por un final un poco edulcorado y aleccionador, muy de la época por otra parte, la función rebosa intensidad y depravación en importantes dosis.
El retrato de la mezquindad humana con los guantes y el ring como telón de fondo, que tantas obras apoteósicas aportó al mundo, tiene en Kid Galahad un notable ejemplo.
El gorras, que por entonces aún guardaba la porcelana en el slip, tiene un papel secundario de cerdo sin escúpulos, y desde luego lo resuelve con enorme carisma. No hay duda, su bulto en el pantalón ya comenzaba a palpitar.
Pero, por encima de todo, destacan Edward G. Robinson y Bette Davis, dos de las fuerzas de la naturaleza más devastadoras que se hayan puesto jamás delante de una cámara. Robinson, inmenso, con ese equilibrio entre ternura y picardía que tan bien dominaba y Davis, lejos aún de sus papeles de histérica y neurótica y aquí encarnando a una mujer con la bondad, el romanticismo y el corazón lacerado como banderas.
Aplauso.
Aunque deslucido por un final un poco edulcorado y aleccionador, muy de la época por otra parte, la función rebosa intensidad y depravación en importantes dosis.
El retrato de la mezquindad humana con los guantes y el ring como telón de fondo, que tantas obras apoteósicas aportó al mundo, tiene en Kid Galahad un notable ejemplo.
El gorras, que por entonces aún guardaba la porcelana en el slip, tiene un papel secundario de cerdo sin escúpulos, y desde luego lo resuelve con enorme carisma. No hay duda, su bulto en el pantalón ya comenzaba a palpitar.
Pero, por encima de todo, destacan Edward G. Robinson y Bette Davis, dos de las fuerzas de la naturaleza más devastadoras que se hayan puesto jamás delante de una cámara. Robinson, inmenso, con ese equilibrio entre ternura y picardía que tan bien dominaba y Davis, lejos aún de sus papeles de histérica y neurótica y aquí encarnando a una mujer con la bondad, el romanticismo y el corazón lacerado como banderas.
Aplauso.