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TOM REGAN rating:
6
7.7
20,961
Mystery. Romance
Dr. Anthony Edwardes, sent to replace Dr. Murchison as head of Green Manors mental hospital, is an impostor. When Murchinson calls the police, Edwardes leaves, followed by Dr. Constance Peterson, who has fallen in love with him and wants to treat his amnesia. She believes he is a medical doctor whose name is John. Skiing down a long slope, accompanied by Constance, John relives the memory of his brother being impaled on an iron fence ... [+]
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- es
April 21, 2016
6 of 9 users found this review helpful
72/13(19/04/16) Obra menor en la filmografía hitchcockiana, adjetivo que se repite mucho para este thriller psicológico, pero es que es cierto, quiero echarle la culpa a las injerencias del productor David O. Selznick que metió bastante mano en el resultado final, y es que queda una película irregular, desequilibrada, falta de tensión, pasando únicamente a la historia por la colaboración que tuvo en un par de escenas oníricas (masacradas por O. Selznick) del artista gerundense Salvador Dalí, el resto es un manoseo simplista al mundo (pujante por entonces) de los psicoanálisis. El origen del relato está en una depresión que O. Selznick tuvo tras los rodajes de “Lo que el viento se llevó” (1939) y “Rebeca” (1940), tratándose con el terapeuta May Romm M.D., esta experiencia le llevó a dedicarle un film al tema del psicoanálisis, llamando a Hitchcock (con el que había trabajado en “Rebeca”) para dirigirla, siendo asesor técnico acreditado el doctor referido, este tuvo muchos enfrentamientos con Hitch. El guión es de Angus MacPhail (“Whisky a gogo” o “Falso culpable”), y Ben Hecht (“Scarface” o “Encadenados”), basándose libremente en la novela "The House Of Dr. Edwardes" (1927) de Hilary St. George Sanders y John Palmer (tenían como pseudónimo en binomio Frances Beeding). Cinta que explora con el recurso del psicoanálisis los traumas ocultos de la infancia en el subconsciente y que tanto marcan nuestra madurez, afrontado esto de modo superficial y muy esquemático. Fue nominado a seis Oscars (actor secundario, director, película, fotografía y efectos especiales), ganando la música de Miklós Rózsa.
Empieza en un hospital mental, el Green Manors en Vermont (USA), la protagonista es la Dra. Petersen (Ingrid Bergman), una avezada psicoanalista, el director del hospital es el doctor Murchison (Leo G. Carroll), que se siente atraído por la Dra., va a ser sustituido por el Dr. Anthony Edwardes (Gregory Peck), cuando este llega su comportamiento resulta extraño, con fobias, a la vez entabla relación con la Dra. Petersen, ella denota que algo oculta Edwardes. En la historia tendrá importancia el Dr. Brulov (Michael Chekhov), antiguo mentor de la Dra. Petersen.
El realizador londinense pasa por su particular filtro la historia, toca temas muy manejados en su prolífica labor como los problemas metales (“Vértigo”, “Psycho”, o “Marnie”), sobre las falsas identidades (“39 escalones” o “Con la muerte en los talones”), los falsos culpables (“Falso culpable”, “Atrapa a un ladrón” o “Crimen perfecto”), incrusta elementos fetiches suyos como estaciones de ferrocarril o trenes (“Alarma en el expreso”, “Extraños en un tren” o “La sombra de una duda”), las escaleras (“Encadenados”, “Psycho” o “Frenesí”), navajas (“Frenesí”) o el vaso de leche (“Encadenados”), y por supuesto con protagonismo para un romance entre un galán y una bella rubia. Hace un plúmbeo análisis de los traumas infantiles, de la paranoia, de la amnesia, del mundo críptico de los sueños, los complejos de culpa, las represiones sexuales, pero esto desarrollado sin fuerza, ni garra. Se queda en una narración desigual en ritmo, con comportamiento de los personajes incoherentes, con una evolución un tanto caótica, avanzando a trompicones, con grietas en el guión más profundas que las del Titanic (algunas en spoiler), desde el forzado romance, que no se sostiene en su modo de presentarse, con un enfoque del psicoanálisis garrafón, para niños, nada sutil, con teorías que se sueltan sin ton ni son, no hay complejidad en algo que tanto lo es, se nos presenta como algo diáfano, con un tratamiento de la interpretación de los sueños bastante risible en sus significados, haciendo simple algo tan encriptado, cayendo en ocasiones en lo burdo, derivando en su falta de verosimilitud, el tiempo la ha maltratado, convirtiéndola en un esbozo de lo que pudo ser y no fue. A lo que se suma un clímax final atropellado, aturullado, hecho a toda prisa, dando igual cualquier nivel de realismo.
La puesta en escena, aparte del singular aporte del genio catalán Dalí, está bien, con la dirección artística de James Basevi (“Al este del edén” o “The searchers”), filmándose en Alta Lodge (Utah), Cooper Ranch-Los Ángeles (escena del picnic), Penn station (Nueva York), y la Grand Central Station (Nueva York), destacando sobremanera las dos secuencias oníricas con decorados creados por Salvador Dalí, colosal reflejo pesadillesco, aparece un hombre cortando con unas grandes tijeras un ojo de una cortina, claro homenaje de Dalí al cortometraje superrealista en el que él trabajó con Luis Buñuel , “Un perro andaluz” (1929), en realidad en el montaje que pretendía Hitchcock duraba 20 minutos, pero el productor O. Selznick creyó que rompía el ritmo y lo redujo a 2 minutos, estas escenas oníricas no fueron dirigidas por Hitchcock, si no por William Cameron Menzies, la escena de nieve eran en realidad copos son cereales. La fotografía es de George Barnes ("Rebeca" o “La Guerra de los Mundos”), en glorioso b/n, un hábil trabajo jugando en ocasiones con el expresionismo (sobremanera en los sueños), con los claroscuros, potentes primeros planos que emiten emociones y maximizan las actuaciones. Hay dos fotogramas en color, el rojo (spoiler). La música es del húngaro Miklós Rózsa (“El ladrón de Bagdad” o “Ben-Hur”), deliciosas y perturbadoras melodías acordes con el tono del film, maravilloso el solo de de violín ("Constance Meets Edwardes") que oímos cuando la Dra. Va a la habitación del supuesto Dr. Edwardes, de acentuado lirismo estimulando al espectador.
Ingrid Bergman demuestra lo gran actriz que es en un papel bastante confuso ella lo llena de humanidad y personalidad, además de aportar su belleza y elegancia, tan desdibujado veía su rol la actriz que en principio no quería hacer lo por ver de modo natural el romance con Peck, tuvo que convencerla el productor, fue la primera colaboración con Hitchcock, a las que seguirían “Encadenados y “Atormentada”. (sigue en spoiler)
Empieza en un hospital mental, el Green Manors en Vermont (USA), la protagonista es la Dra. Petersen (Ingrid Bergman), una avezada psicoanalista, el director del hospital es el doctor Murchison (Leo G. Carroll), que se siente atraído por la Dra., va a ser sustituido por el Dr. Anthony Edwardes (Gregory Peck), cuando este llega su comportamiento resulta extraño, con fobias, a la vez entabla relación con la Dra. Petersen, ella denota que algo oculta Edwardes. En la historia tendrá importancia el Dr. Brulov (Michael Chekhov), antiguo mentor de la Dra. Petersen.
El realizador londinense pasa por su particular filtro la historia, toca temas muy manejados en su prolífica labor como los problemas metales (“Vértigo”, “Psycho”, o “Marnie”), sobre las falsas identidades (“39 escalones” o “Con la muerte en los talones”), los falsos culpables (“Falso culpable”, “Atrapa a un ladrón” o “Crimen perfecto”), incrusta elementos fetiches suyos como estaciones de ferrocarril o trenes (“Alarma en el expreso”, “Extraños en un tren” o “La sombra de una duda”), las escaleras (“Encadenados”, “Psycho” o “Frenesí”), navajas (“Frenesí”) o el vaso de leche (“Encadenados”), y por supuesto con protagonismo para un romance entre un galán y una bella rubia. Hace un plúmbeo análisis de los traumas infantiles, de la paranoia, de la amnesia, del mundo críptico de los sueños, los complejos de culpa, las represiones sexuales, pero esto desarrollado sin fuerza, ni garra. Se queda en una narración desigual en ritmo, con comportamiento de los personajes incoherentes, con una evolución un tanto caótica, avanzando a trompicones, con grietas en el guión más profundas que las del Titanic (algunas en spoiler), desde el forzado romance, que no se sostiene en su modo de presentarse, con un enfoque del psicoanálisis garrafón, para niños, nada sutil, con teorías que se sueltan sin ton ni son, no hay complejidad en algo que tanto lo es, se nos presenta como algo diáfano, con un tratamiento de la interpretación de los sueños bastante risible en sus significados, haciendo simple algo tan encriptado, cayendo en ocasiones en lo burdo, derivando en su falta de verosimilitud, el tiempo la ha maltratado, convirtiéndola en un esbozo de lo que pudo ser y no fue. A lo que se suma un clímax final atropellado, aturullado, hecho a toda prisa, dando igual cualquier nivel de realismo.
La puesta en escena, aparte del singular aporte del genio catalán Dalí, está bien, con la dirección artística de James Basevi (“Al este del edén” o “The searchers”), filmándose en Alta Lodge (Utah), Cooper Ranch-Los Ángeles (escena del picnic), Penn station (Nueva York), y la Grand Central Station (Nueva York), destacando sobremanera las dos secuencias oníricas con decorados creados por Salvador Dalí, colosal reflejo pesadillesco, aparece un hombre cortando con unas grandes tijeras un ojo de una cortina, claro homenaje de Dalí al cortometraje superrealista en el que él trabajó con Luis Buñuel , “Un perro andaluz” (1929), en realidad en el montaje que pretendía Hitchcock duraba 20 minutos, pero el productor O. Selznick creyó que rompía el ritmo y lo redujo a 2 minutos, estas escenas oníricas no fueron dirigidas por Hitchcock, si no por William Cameron Menzies, la escena de nieve eran en realidad copos son cereales. La fotografía es de George Barnes ("Rebeca" o “La Guerra de los Mundos”), en glorioso b/n, un hábil trabajo jugando en ocasiones con el expresionismo (sobremanera en los sueños), con los claroscuros, potentes primeros planos que emiten emociones y maximizan las actuaciones. Hay dos fotogramas en color, el rojo (spoiler). La música es del húngaro Miklós Rózsa (“El ladrón de Bagdad” o “Ben-Hur”), deliciosas y perturbadoras melodías acordes con el tono del film, maravilloso el solo de de violín ("Constance Meets Edwardes") que oímos cuando la Dra. Va a la habitación del supuesto Dr. Edwardes, de acentuado lirismo estimulando al espectador.
Ingrid Bergman demuestra lo gran actriz que es en un papel bastante confuso ella lo llena de humanidad y personalidad, además de aportar su belleza y elegancia, tan desdibujado veía su rol la actriz que en principio no quería hacer lo por ver de modo natural el romance con Peck, tuvo que convencerla el productor, fue la primera colaboración con Hitchcock, a las que seguirían “Encadenados y “Atormentada”. (sigue en spoiler)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
A Gregory peck se le ve sobreactuado, fuera de lugar, en un personaje que seguro no entendía (como la mayoría), de hecho le preguntó el actor a Hitchcock que donde buscaba las motivaciones para hacer el papel, y el director le respondió que el cheque que iba a cobrar, el realizador quería en un principio a Joseph Cotten, pero o. selznick le impuso a un actor que estaba despuntando entonces, Hitch quedó contento pues luego trabajó con él en “El proceso Paradine”. Michael Chekhov encarna al carismático Dr. Alex Brulov, lo hace arrollando en sus pocos minutos en pantalla, desborda carácter y vibrante personalidad.
Spoiler:
Momentos recordables: La escena en que el supuesto Dr. Edwardes y la Dra. Se besan, y vemos el simbolismo de unas puertas que se abren unas tras otras, he leído que esto es un símbolo de que la Dra. ha superado sus inhibiciones, pero yo que soy un poquito más retorcido pienso que lo que se abre es cierta parte en medio de las piernas de ella (soy nada sutil, lo sé); Por supuesto el de las hiperimaginativas secuencias dalinianas; La tremebunda, sobre todo para su tiempo, escena de Ballantine de niño empujando sin querer a su hermano a las puntas de unas rejas, matándolo, muy fuerte.
Los dos fotogramas en color rojo a los que me refiero son los dos últimos en el suicidio por disparo en primer plano subjetivo del Dr. Murchison, dos relámpagos ingeniosos de color rojo, que turban y desconciertan al espectador, estos fotogramas fueron eliminados en la mayoría de formatos 16 mm y vídeo, pero fue restaurada para su lanzamiento en DVD y para transmisiones films clásicas de Turner, recuperándose estas imágenes. Por cierto la mano con la pistola en subjetivo que vemos en este mencionado final, era tamaño gigante para lograr buen encuadre y perspectiva.
Algunos agujeros que aguantan el mínimo análisis: Resulta que Ballantine no es que sufra amnesia, es que su mente ha suplantado la de su doctor, aceptemos pulpo como animal de compañía, pero va a la clínica mental donde está el asesino, el doctor Murchison, y este no dice que no es quien dice ser? Le molesta el color blanco a Ballantine, pero no el de las batas blancas? Resulta que el sentimiento de culpa de Ballantine le hace suponer que él ha matado a su doctor, en tal caso no es un sociópata, entonces a que viene la escenita con la navaja? O la carita de psicópata cuando bajan por la ladera de nieve (fatalmente filmada)? Aceptamos el trauma del sentimiento de culpa, pero porque la amnesia? Porque tanto desmayo? Porque suplantar personalidades en plan Zelig? Descubre en su subconsciente que mató por accidente a su hermano y no adrede, que alegría más grande (ataque de ironía), he matado a mi hermano, pero sin querer, no hay trauma? De verdad de niño matas a tu hermano, aún por accidente y ya no te quedan traumas? Los padres tuvieron que tener una gran alegría el saber que no fue adrede (ataque de ironía). Y por que el psicoanalista de Ballantine se lo lleva a una estación de esquí? No sería que había “tomate” entre los dos? Tan mal estaba el curro en aquellos años que había que matar al que te iba a sustituir? Además, si lo iban a cambiar al doctor Murchison, porque no pensar que si mata a sus sustituto, no podrían llamar a otro? Y más...
El sello Hitchcock de casi todos sus films era aparecer su imagen de alguna forma, un cameo, en este caso se produce cuando la Dra. Petersen está en el lobby del Hotel Empire State, se ve salir la oronda figura del ascensor llevando un estuche de violín y fumando un cigarrillo, es el minuto 43 y 15 segundos.
En conjunto le doy un seis por que tiene picos de calidad que la hacen superior a la media, pero en la filmofrafía del travieso director queda muy abajo. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Momentos recordables: La escena en que el supuesto Dr. Edwardes y la Dra. Se besan, y vemos el simbolismo de unas puertas que se abren unas tras otras, he leído que esto es un símbolo de que la Dra. ha superado sus inhibiciones, pero yo que soy un poquito más retorcido pienso que lo que se abre es cierta parte en medio de las piernas de ella (soy nada sutil, lo sé); Por supuesto el de las hiperimaginativas secuencias dalinianas; La tremebunda, sobre todo para su tiempo, escena de Ballantine de niño empujando sin querer a su hermano a las puntas de unas rejas, matándolo, muy fuerte.
Los dos fotogramas en color rojo a los que me refiero son los dos últimos en el suicidio por disparo en primer plano subjetivo del Dr. Murchison, dos relámpagos ingeniosos de color rojo, que turban y desconciertan al espectador, estos fotogramas fueron eliminados en la mayoría de formatos 16 mm y vídeo, pero fue restaurada para su lanzamiento en DVD y para transmisiones films clásicas de Turner, recuperándose estas imágenes. Por cierto la mano con la pistola en subjetivo que vemos en este mencionado final, era tamaño gigante para lograr buen encuadre y perspectiva.
Algunos agujeros que aguantan el mínimo análisis: Resulta que Ballantine no es que sufra amnesia, es que su mente ha suplantado la de su doctor, aceptemos pulpo como animal de compañía, pero va a la clínica mental donde está el asesino, el doctor Murchison, y este no dice que no es quien dice ser? Le molesta el color blanco a Ballantine, pero no el de las batas blancas? Resulta que el sentimiento de culpa de Ballantine le hace suponer que él ha matado a su doctor, en tal caso no es un sociópata, entonces a que viene la escenita con la navaja? O la carita de psicópata cuando bajan por la ladera de nieve (fatalmente filmada)? Aceptamos el trauma del sentimiento de culpa, pero porque la amnesia? Porque tanto desmayo? Porque suplantar personalidades en plan Zelig? Descubre en su subconsciente que mató por accidente a su hermano y no adrede, que alegría más grande (ataque de ironía), he matado a mi hermano, pero sin querer, no hay trauma? De verdad de niño matas a tu hermano, aún por accidente y ya no te quedan traumas? Los padres tuvieron que tener una gran alegría el saber que no fue adrede (ataque de ironía). Y por que el psicoanalista de Ballantine se lo lleva a una estación de esquí? No sería que había “tomate” entre los dos? Tan mal estaba el curro en aquellos años que había que matar al que te iba a sustituir? Además, si lo iban a cambiar al doctor Murchison, porque no pensar que si mata a sus sustituto, no podrían llamar a otro? Y más...
El sello Hitchcock de casi todos sus films era aparecer su imagen de alguna forma, un cameo, en este caso se produce cuando la Dra. Petersen está en el lobby del Hotel Empire State, se ve salir la oronda figura del ascensor llevando un estuche de violín y fumando un cigarrillo, es el minuto 43 y 15 segundos.
En conjunto le doy un seis por que tiene picos de calidad que la hacen superior a la media, pero en la filmofrafía del travieso director queda muy abajo. Fuerza y honor!!!