Compro las entradas en la taquilla sin la convicción de hacerlo, temeroso de que esos casi 9 euros, caigan en saco roto, como en mis últimas asistencias a la gran pantalla.
Me siento buscando la comodidad de la butaca, y me entretengo en apagar el móvil en los anuncios previos.

Comienza la película y su narración inicial atrae mi atención, y desde ese mismo instante, ya no puedo dejar de mirar hacia adelante, aguzando al máximo los sentidos, para no perder detalle.

¿Por qué me ocurre esto con esta cinta, y no con anteriores que he visto en los últimos tiempos?. Pues creo que es por la forma de abordar un drama que, de no ser tratado así, podría ser un considerado un vulgar telefilme de tarde dominical, o quizás por la ternura que me van inspirando los personajes, conforme avanza la historia. Puede que por un guión que presenta muy buenos recursos, o quizás, simplemente por los hermosos paisajes hawaiianos, o su deliciosa música.

El caso es que reflexionando tras visionar este filme, me doy cuenta, no sin agradecimiento, de que Payne, no cae en los tópicos de drama con pretensiones, ni en las banalidades de este tipo de historias, sino que ofrece una visión tierna, agradable, entretenida, y hasta ligeramente cómica, de una serie de situaciones dramáticas, que harían derrumbarse hasta al más pintado.

Así que siguiendo con mi reflexión, he de decir que del director, me ha encantado su capacidad para centrar la historia en torno a un cadáver en vida, postrado en una cama de hospital, sin que esta resulte angustiosa o trágica. La evolución que le da a los personajes, con los que cada ves empatizas más, y por los que acabas sintiendo ternura (hasta del que nunca lo hubieras imaginado). El ofrecer algo tan humano, como el perdón, de una manera sencilla y natural, sin caer en los estereotipos de este tipo de género. Y sobre todo , el mostrarnos unos personajes maravillosos, con unos sentimientos tan encontrados, y cómo van afrontando poco a poco las difíciles situaciones que les van surgiendo, sin perder la esperanza ni las ganas de vivir.

En definitiva, es una de esas películas, que te dejan un buen regusto, y un sentimiento de cierta felicidad, algo de agradecer cuando te enfrentas en la sala a una situación tan dramática como la que se ofrece.

Así que puedo decir que ayer, tras ver este filme, y regresar a casa y a pesar del hecho de no convencerme el papel de Clooney, ya que por crítica y por las posibilidades de su propio personaje, me esperaba más, me fui a la cama con la satisfacción de haber visto una buena película y dormí como un bebé.