Bueno, sin ser un destello en la oscuridad ofrece repuntes de originalidad al presentar un exorcismo desde el punto de vista de un predicador incrédulo y sin escrúpulos que se gana la vida exaltando a la gente con sus fervientes sermones y arrancando demonios de la piel de paletos ignorantes que, a cambio de unos dólares, creen a pie juntillas su poder divino (engaños en realidad). Total, que acepta un nuevo caso de posesión para mostrar a un grupo de periodistas la invariable creencia y superstición de la América profunda en lo demoníaco, sin sospechar lo más mínimo, que en esta ocasión se enfrentaría a un caso real. Filmada cámara en mano en plan falso documental, la película tiene sus momentos (incluso graciosos) hasta que de forma irregular, se desatan los gemidos, los vómitos sanguinolentos y las genuflexiones imposibles (esta vez de verdad). En 2013 se filmó la segunda parte, una patata del demonio.