Algún crítico ha dicho del film de Steven-Lean-Negulesco, que no es la versión más acertada del Evangelio. Yo añadiría: Ni la más distraída. De hecho, "La historia más grande..." es la típica película "mamotreto" que recurre al uso y abuso del Star-System para disimular el tedio de su interminable metraje. Con un inexpresivo y pelmazo Von Sydow, que es al verdadero Jesucristo, en mi opinión, lo que Marilyn Manson es al gospel, con un Heston repitiendo los excesos psico-locos del Bautista, que aún así no llegan a la aberrancia fanático apocalíptica de Michael York, en la versión de Zefirelli (incorporando ambos a un personaje absolutamente siniestro, del cual jamás he entendido cómo ha podido ser canonizado por una Iglesia Católica, a veces tan delirante como el personaje mismo), y un resto de actores estrellas que ejecutan sus roles con desganada parsimonía, la película en sí es la típica-tópica adaptación tipo "postal relamida", que recuerda peligrosamente a las espantosas ilustraciones de las revistillas que reparten los testigos de Jehová.

Evidentemente, como suele ocurrir en esta clase de films, la parte humana de un personaje tan enormemente "humano, queda absoluta y lamentablemente obviada para dar pábulo al gusto de los "meapilas" de siempre, encadenados ideológicamente al Cristo oficial.

Aburrida, desmesurada, y autocomplaciente. Sólo apta para los de misa diaria, que verán en esta película una liturgia más. Pero el cine es, o debería ser otra cosa.

Lo mejor: aparece, desdibujado en la lejanía, un John Wayne, que en versión original exclama: (léase con voz de vaquero tejano) algo así como: "Que diablos..! Era realmente el hijo de Dios". Y es que el Duke es la leche, lo pongan donde lo pongan.....