Shyamalan consiguió con su film, “El Sexto Sentido” abrir paso a una nueva concepción del thriller y del suspense que diez años después han aparecido numerosas formulas que no hacían más que imitar su premisa hasta la saciedad con resultados bastante bajos. Este film supuso un gran impacto, equivalente a como lo hiciera años atrás “El Silencio de los Corderos”, cambiando nuestra concepción de cómo podía hacerse un buen thriller contemporáneo, con elementos fantásticos, paranormales y hasta con un ligero toque de terror.

Esta fórmula ahora ya no es nueva, cada año somos ahogados con films de misma temática, pero no hay que olvidar cuáles son sus raíces. Son muchas cosas las que hacen que “El Sexto Sentido” sea una cinta especial. Pues sabe mantener un intenso y firme pulso narrativo, donde el interés, el ritmo o la trama no decaen en ningún solo instante. La película tiene además ciertos sobresaltos muy bien llevados a cabo que siguen siendo a día de hoy impresionantes, con fulminantes revelaciones y con escenas de una factura impecable.

Nunca he sido amante del trabajo interpretativo de Bruce Willis, pero aquí el actor demuestra soberanamente bien que puede realizar papeles más complejos y dramáticos alejados de sus personajes de héroe de acción. Al entrar hablando de trabajo de interpretación, sería un delito ignorar el mastodóntico trabajo de Haley Joel Osment, pieza angular de la obra y principal hilo conductor de la trama. Y es que no creo alejarme o exagerar demasiado que el trabajo de Osment se encuentra entre una de las interpretaciones infantiles más brillantes que jamás nos haya otorgado el celuloide, al mismo nivel que la pequeña Mary Badham en “Matar a un Ruiseñor (1962).

No hay muchas cosas que se puedan decir acerca de “El Sexto Sentido”, sencillamente hay que verla para maravillarse de su estremecedora y original idea. Lo que sí que está claro que nos depara un fresco y original thriller con toques de terror magníficamente ejecutados con impresionantes revelaciones manifestadas con una brillante demostración de lenguaje y expresión cinematográfica, manteniendo gran intensidad. No es de extrañar que su realizador no pudiera llegar a crear nada que estuviera a la altura en sus siguientes trabajos.