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Crotalus rating:
3
7.1
12,256
Drama. Comedy
After refusing big and prestigious awards all over the world, Mr. Daniel Mantovani, Literature Nobel Prize winner, accepts an invitation to visit his hometown in Argentina, Salas, which has been the inspiration for all of his books. It turns out that accepting this invitation is the worse idea of his life. Expect the unexpected when you have used real people as characters in your novels.
Language of the review:
- es
September 12, 2016
38 of 75 users found this review helpful
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, decía el célebre Tolstoi. Si esa fue esa la intención de los directores de “El ciudadano ilustre”, el mundo estaría habitado en su totalidad por personas grotescas, corruptas, ignorantes, de mal gusto; mujeres dominadas o prostituidas, obesos que rozan la oligofrenia, pobres diablos con pequeñas cuotas de poder y grandes cuotas de impunidad, locutores de radio bobos que no saben lo que significa un Premio Nobel. Ni hablar de la gastronomía, hasta el asado se vuelve impropio con las cabezas de cordero. Sólo se salva el aspirante a literato.
A pesar de la buenas, algunas buenísimas, actuaciones de la mayor parte de su elenco (no Dady Brieva, por Dios, qué horror) la película no brilla. Cohn y Duprat hacen uso del recurso fácil de parodiar el atraso del interior argentino pero no lo hacen en su justa medida: toda la película es la repetición del mismo chiste, el de ridiculizar a la gente que no ha salido de su pueblo en contraste con quien ha conquistado el mundo. Y el chiste no es bueno, no sólo por lo repetido (ya, a la tercera vez resulta aburrido) sino porque está planteado en una forma tan exagerada que no nos creemos lo que nos cuentan. De allí que tampoco logra ser una gran ironía, porque para la ironía hace falta que el humor sea inteligente.
A la película le falta sutileza, le falta la pincelada que distingue y le sobra vulgaridad.
A pesar de la buenas, algunas buenísimas, actuaciones de la mayor parte de su elenco (no Dady Brieva, por Dios, qué horror) la película no brilla. Cohn y Duprat hacen uso del recurso fácil de parodiar el atraso del interior argentino pero no lo hacen en su justa medida: toda la película es la repetición del mismo chiste, el de ridiculizar a la gente que no ha salido de su pueblo en contraste con quien ha conquistado el mundo. Y el chiste no es bueno, no sólo por lo repetido (ya, a la tercera vez resulta aburrido) sino porque está planteado en una forma tan exagerada que no nos creemos lo que nos cuentan. De allí que tampoco logra ser una gran ironía, porque para la ironía hace falta que el humor sea inteligente.
A la película le falta sutileza, le falta la pincelada que distingue y le sobra vulgaridad.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Y además, es predecible hasta el hartazgo. Las únicas sorpresas que presenta son ciertos giros de la trama que sorprenden por lo desatinadas y carentes de sentido. Como la escena en el campo, casi sobre el final y la inexplicable razón por la que Mantovani se sube a esa camioneta.
Pero la principal carencia es que los autores no nos dan señales para entender a los personajes principales, que de principio a fin nos resultan ajenos. ¿Por qué Mantovani no ha vuelto nunca, ni aun cuando murió su padre y sí cuando lo invita un intendente desconocido? ¿Por qué escapa de Salas? ¿Por qué tanto odio hacia su persona de algunos de sus habitantes? ¿Por qué Irene no fue a buscarlo si lo lloró tres años? Claro, podríamos lanzar decenas de hipótesis para responder estos interrogantes, pero confieso que prefiero las elipsis de Bergman o Tarkovski; para no decir, hay que saber mucho, de lo contrario resulta confuso y pretencioso.
Si algo la salva son las actuaciones (Martínez, por supuesto) y un par de escenas (la emoción del protagonista al ver ese video tan espantoso como ochentoso sobre su vida, la cara del intendente cuando Mantovani valora el premio municipal sobre el Nobel) y algún que otro consejo literario en las palabras del escritor, consejos que, paradójicamente, el guionista no supo capitalizar.
No conozco la vida de los directores pero juraría que nunca vivieron en el interior y por eso no han sabido pintar su aldea más que con una caricatura de trazos torpes.
Pero la principal carencia es que los autores no nos dan señales para entender a los personajes principales, que de principio a fin nos resultan ajenos. ¿Por qué Mantovani no ha vuelto nunca, ni aun cuando murió su padre y sí cuando lo invita un intendente desconocido? ¿Por qué escapa de Salas? ¿Por qué tanto odio hacia su persona de algunos de sus habitantes? ¿Por qué Irene no fue a buscarlo si lo lloró tres años? Claro, podríamos lanzar decenas de hipótesis para responder estos interrogantes, pero confieso que prefiero las elipsis de Bergman o Tarkovski; para no decir, hay que saber mucho, de lo contrario resulta confuso y pretencioso.
Si algo la salva son las actuaciones (Martínez, por supuesto) y un par de escenas (la emoción del protagonista al ver ese video tan espantoso como ochentoso sobre su vida, la cara del intendente cuando Mantovani valora el premio municipal sobre el Nobel) y algún que otro consejo literario en las palabras del escritor, consejos que, paradójicamente, el guionista no supo capitalizar.
No conozco la vida de los directores pero juraría que nunca vivieron en el interior y por eso no han sabido pintar su aldea más que con una caricatura de trazos torpes.