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Rómulo rating:
8
6.3
4,407
Romance. Drama
Based on the novel by James Baldwin, “If Beale Street Could Talk” follows Tish, a newly engaged Harlem woman who races against the clock to prove her lover’s innocence while carrying their unborn child. The movie is a celebration of love told through the story of a young couple, their families, and their lives.
Language of the review:
- es
February 3, 2019
1 of 3 users found this review helpful
El blues de Beale Street (If Beale Street Could Talk)
La interminable lucha racial por la igualdad y los derechos del hombre, aunque parezca mentira, aún continúa vigente en EE.UU, el país más poderoso de la Tierra. Y aunque el arrojo y valentía de hombres como Martin Luther King y su contemporáneo Malcolm Little o de Tommie Smith y John Carlos con los puños enguantados en alto durante los Juegos Olímpicos de México en 1968, sin olvidar el coraje de Rosa Park cuando en 1955 se negó a ceder su asiento a un hombre blanco, hayan fructificado, las temibles cabezas de la Hidra y su aliento venenoso no terminan de ser extirpadas para emerger cada vez que los vientos del fanatismo les son favorables.
Y de eso va “El blues de Beale Street” -basada en una novela de James Baldwin publicada en 1974-, el último prodigioso trabajo que dirige y escribe Barry Jenkins, autor también de la inolvidable “Moonlight”. Jenkins traslada la acción al Harlem neoyorquino de principios de los 70 para contarnos la sublime y desgarradora historia de amor de una joven pareja afroamericana sometida a la tiranía y prejuicios de una sociedad de mayoría blanca que no termina de considerarlos como sus iguales.
Con un lenguaje y estructura narrativas marcadamente teatral, Jenkins construye una película de una belleza incomparable. A través de una fotografía nítida y sin apenas profundidad de campo, los primeros planos cobran todo el protagonismo. Con el gesto y la mirada, los protagonistas hablan, nos trasmiten su desesperación y angustia pero también aquellos otros momentos en los que la ilusión y la fe sostienen su esperanza. Los diálogos son parcos y escrupulosamente contenidos pero de una hondura e intensidad que taladran el alma del espectador. Excepcionales movimientos de cámara, encuadres, planos y contraplanos, forman parte de esta maravillosa sinfonía de un cine que no necesita explicarse porque respira sensibilidad y ternura.
Tish (Kiki Layne) y Alonso (Stephan James), después de una larga amistad que hunde sus raíces en la niñez, descubrirán un nuevo sentimiento: la irrefrenable llamada del amor. Y el fruto de ese amor les colmará de dicha pero pronto sentirán en su propia carne la dolorosa mordedura de la intolerancia y la discriminación.
Emilio Castelló Barreneche
La interminable lucha racial por la igualdad y los derechos del hombre, aunque parezca mentira, aún continúa vigente en EE.UU, el país más poderoso de la Tierra. Y aunque el arrojo y valentía de hombres como Martin Luther King y su contemporáneo Malcolm Little o de Tommie Smith y John Carlos con los puños enguantados en alto durante los Juegos Olímpicos de México en 1968, sin olvidar el coraje de Rosa Park cuando en 1955 se negó a ceder su asiento a un hombre blanco, hayan fructificado, las temibles cabezas de la Hidra y su aliento venenoso no terminan de ser extirpadas para emerger cada vez que los vientos del fanatismo les son favorables.
Y de eso va “El blues de Beale Street” -basada en una novela de James Baldwin publicada en 1974-, el último prodigioso trabajo que dirige y escribe Barry Jenkins, autor también de la inolvidable “Moonlight”. Jenkins traslada la acción al Harlem neoyorquino de principios de los 70 para contarnos la sublime y desgarradora historia de amor de una joven pareja afroamericana sometida a la tiranía y prejuicios de una sociedad de mayoría blanca que no termina de considerarlos como sus iguales.
Con un lenguaje y estructura narrativas marcadamente teatral, Jenkins construye una película de una belleza incomparable. A través de una fotografía nítida y sin apenas profundidad de campo, los primeros planos cobran todo el protagonismo. Con el gesto y la mirada, los protagonistas hablan, nos trasmiten su desesperación y angustia pero también aquellos otros momentos en los que la ilusión y la fe sostienen su esperanza. Los diálogos son parcos y escrupulosamente contenidos pero de una hondura e intensidad que taladran el alma del espectador. Excepcionales movimientos de cámara, encuadres, planos y contraplanos, forman parte de esta maravillosa sinfonía de un cine que no necesita explicarse porque respira sensibilidad y ternura.
Tish (Kiki Layne) y Alonso (Stephan James), después de una larga amistad que hunde sus raíces en la niñez, descubrirán un nuevo sentimiento: la irrefrenable llamada del amor. Y el fruto de ese amor les colmará de dicha pero pronto sentirán en su propia carne la dolorosa mordedura de la intolerancia y la discriminación.
Emilio Castelló Barreneche