Ya se sabe que el cine, además de ser un negocio, tiene también ciertas posibilidades artísticas. Esto supone que puede contar la misma historia de mil maneras distintas, entre las que cabe la del enfoque (más o menos creativo) que el director haga del guión.

Salvador Calvo construye con corrección (pero también con cierta irregularidad) una aventura histórica entretenida en su conjunto, aunque sin poder evitar que el espectador se resienta de un (ligero, eso sí) exceso de metraje.

Desconozco la fidelidad histórica con que “1898…” cuenta lo que pasó por entonces en Baler, pero da la impresión de que lo que Calvo ha pretendido es, precisamente, la simple alineación visual con estos hechos, sin dotarlos de esa creatividad visual tan necesaria para que lo que se cuenta trascienda en atmósferas menos diluidas y más imaginativas, que disipen esa sensación de convencionalismo que deja a los (excelentemente interpretados, por cierto) últimos de Filipinas en situación de sitiados sin “alma”.

En resumen: pasaréis el rato, pero no podréis evitar que ruede hasta el borde del olvido.