Dos franceses de origen argelino, que un buen día les da por ir a conocer la tierra de sus padres emprenden un camino hacia Argelia pasando por Andalucía para llegar a Algeciras. Como son muy hippies, se les ocurre hacer el trayecto a pie y en el camino encontrarán un lote de tópicos y esperpentos varios.

El argumento arriba redactado es una excusa para que el director nos muestre lo bien que filma y lo original de sus encuadres y planos secuencia. Para ello dibuja un boceto de un fulano muy espiritual y sentimental y una tipa que está más salida que la esquina de una mesa que lo sigue porque no tiene nada mejor que hacer.

La película nos muestra una serie de personajes sin alma interpretados por amateurs que tienen de actores lo que Torrebruno de jugador de la NBA y también nos ofrece tres o cuatro paisajes rebuscados con otras tantas situaciones tan tópicas como tediosas para ilustrar al espectador que en Andalucía sólo hay gitanos que cantan flamenco y extranjeros que recolectan fruta y que Argelia es muy mística y muy zen.

Ojo a la maestría del fulano que dirige esta obra a la hora de mezclar música con imágenes, dato que quiere dejar claro desde el principio el insigne director "Soy tan bueno y original que hago música con el traqueteo de un tren o las botellas vacias que hay en la calle y que la gente golpea a la vez que anda", pensará el colega; pero alguien debería decirle que esa idea ya la tuvo Takeshi Kitano en la notable Zatoichi y seguro que a algún otro se le ocurrió antes.

En definitiva una especie de película documental de viajes, tediosa y absurda a partes iguales, eso si, una fotografía muy bonita y original.

Para modernillos frikis y sesudos o para los que se quieran echar una siesta con la tele encendida.