Violencia, machismo y costumbres arraigadas, son los tres pilares de esta película, dirigida por una guapisima Yamina Benguigui.

Nos presenta una película, donde una mujer, Zouina, su suegra y sus hijos se trasladan de Argelia a Francia, donde el marido trabaja y ha conseguido los papeles para ellos, pero allí la vida no será tan fácil como esperaba.

Yamina Benguigui, además de dirigir, es la guionista de la película, creando una obra, seguramente vivida en primera persona o por personas cercanas, refleja de forma minimizada el maltrato físico y psicológico que muchas mujeres deben soportar, por parte de la inseguridad y las costumbres arraigadas en Argelia, de unos hombres educados de esa forma. También denuncia la existencia de unas costumbres, aunque desconocidas por nosotros y alejadas de nuestra moralidad, la existencia de las mismas a la vez el deseo de cambio y adaptación a los tiempos, y todo ello para crear una obra con un transfondo moral, en contra del racismo, y con un mensaje claro, “da igual de donde seamos, todos podemos vivir unidos”.

El resto de los elementos son los correctos, y no son destacables ni criticables, excepto el final, correcto, pero no el que debería ser, y sigo sin creer que ese sea el final que tenía en mente el día que imagino la película.