Cuento dónde no cabe la indiferencia, Bajo Ulloa plantea al comienzo algo interesante, en su universo no se puede escapar del amor sin caer en el odio, por eso la madre no sólo muestra indiferencia sino que desea vengarse de la hija, de ahí la escena final, dónde se alegra de que su hija esté esperando un fruto de una violación (el violador tuvo suerte en escapar, se lo hubieran merendado en un abrir y cerrar de ojos), la escena tiene todo lo necesario para ver el futuro, una cocina, las dos hablando, nos imaginamos que será el lugar dónde la abuela provocará a la joven, dónde la amenazará con un cuchillo, dónde desquiciará del todo a la otra. Pero eso no lo veremos, sólo podemos predecirlo, porque nadie se traga tanta amabilidad sin venir a cuento. Además si la destruye en la escena final, perderá la diversión de verla pudrirse en soledad junto a ella, una compañia muy halagüeña.
No nos cuesta imaginar cómo gestionará el parto de su hija, cómo poco a poco comenzará a fraguar otra venganza contra ella, hasta convertirse ella misma en víctima de todo, arrepentirse para luego vengarse, y de nuevo obtener la aprobación social para volver al bucle inicial “venganza-arrepentimiento-victimización-aprobación”. Para ninguna de las dos hay escapatoria, están atrapadas en su feminidad fallida, por feas, estrambóticas y estúpidas, no pueden escapar del amor sin caer en el odio porque nadie las quiere, no saben lo que es amar y así será para siempre aunque ellas no deseen tal destino y no hayan pedido venir al mundo.