Como si volviera sobre sus pasos hacia "El espinazo del diablo", Guillero del Toro ha optado de nuevo por entremezclar un cuento de corte fantástico con un drama en clave realista ambientado en la España de posguerra, hacia 1944, cuando el franquismo andaba más vinculado con la simbología fascista y cuando su más directo enemigo, único resquicio y esperanza de libertad popular, eran los maquis.
Curiosamente, rememorando ciertos ejemplos del moderno cine español con respecto a la posguerra y el maquis ("El corazón del bosque", "El espíritu de la colmena"...) hemos revisitado esos tiempos a través de metáforas y puntos de vista definidos por la inocencia y la fantasía. Tal vez, porque tiempos tan siniestros no dejaban espacio para la inocencia o la fantasía. Algo de ello sobrevuela, como una mítica libélula, todo el relato, haciéndonos partícipes de esos deseos de la niña frente a una realidad criminal y odiosa, echando luz, sobre una época oscura que han querido borrar de nuestra memoria colectiva. Y ahí, precisamente, es donde mejores rasgos adquiere la interacción entre la terrible realidad y el escpismo obtenido a través de la fantasía, cuando se nos sugiere que tantas fábulas y cuentos fantásticos surgieron precisamente para sobrevivir al horror cotidiano, a las pesadillas de las que no se podía despertar.