Las historias del western antiguo eran muy simples, pasaba un suceso y había que solucionarlo. Te mataban a un familiar y había que vengarlo, te encargaban y trabajo y había que ejecutarlo. Solo hay que fijarse detenidamente y comprobarlo, qué pena que los guionistas no aprovechasen el filón del género en su época y nos dejaran mejores historias.

La última bala nos trae una historia simple pero entretenida, podríamos clasificarla de buen rollo, aún habiendo tiros para parar un carro, pero no hay ese mal ambiente de villanos asesinos y déspotas que solemos encontrar. Aquí se ven tan superiores a sus víctimas, que la vida es bella (chiste fácil) y no hay de que preocuparse. Contamos con un protagonista, James Stewart el cual fue despedido de una empresa de tranvías, por ayudar a un fugitivo. Y después de que los tres últimos envíos de las nóminas hayan sido robadas, se le encomienda la misión de hacerla llegar a su destino y así recuperará un puesto de trabajo en dicha empresa. La tarea no es sencilla, ya que no cuenta ni tan siquiera con un solo ayudante, pero está a su favor el factor sorpresa, nadie sabe que es él quien lleva el dinero encima. Nos encontraremos las típicas historias de amor a medias, forzadas como las llamo yo, que no aportan absolutamente nada, ni a la historia, ni a los personajes en común, típicas poses para mostrar las bellezas de Hollywood de la época. Los duelos escasean por su ausencia, y a mi esto me desagrada bastante en un western. Y el director aprovecha la trama para darnos una lección de moral, entre hacer el bien y tener una vida plácida y feliz, o escoger el camino equivocado y sufrir las consecuencias.

Las actuaciones están correctas, los actores cumplen y no destacaría a ninguno de manera especial en dicha historia. Una lástima teniendo este reparto.