Una historia de una mujer, la psicóloga infantil Anna Fox (Amy Adams), que padece agorafobia y pasa sus días sin salir de casa, tratando de resolver sus ataques de pánico y sobrellevando el dolor de una pérdida por la que está inmersa en una depresión y su propia culpa.

El film presenta diversos “homenajes” tanto en forma y fondo a películas muy conocidas tales como La ventana indiscreta o Copycat, de los que copia demasiado aunque no para bien y abusa con tanto guiño.

El guion hace aguas por todas partes, faltando a las bases más elementales de la coherencia interna en la historia, y más allá de plantear una historia en la que su protagonista se debate entre realidad o locura, son los elementos que no te dan (desconozco si se encuentran en la novela de Daniel Mallory, que utilizó el seudónimo de A. J. Finn) los que provocan que en esencia nada tenga el menor sentido, giros insulsos, personajes vacíos y estereotipados y un montaje convulso y caótico que lejos de alinearse con la enfermedad mental solo refuerza la falta de dirección del material.

Se trata de una cinta que cuida sus apariencias, pero que no puede salvar ni su gran elenco con Amy Adams a la cabeza ni el por lo general solvente Joe Wright, ya que todo está construido sobre un andamio demasiado endeble, y no solo porque toda la historia pueda eliminarse con la aparición de unas cortinas, eso ya lo resolvió Hithcock en su momento.