Entre el pelotón de películas que me invaden, que ya ni siento ni padezco por la saturación, encuentro pequeñas perlas. Una de ellas es Morir (2017) de Fernando Franco y basada en la novela homónima de Arthur Schnitzler.

Las vacaciones dejan de ser felices para Luis y Marta cuando él reconoce tener una enfermedad terminal. El cáncer paralizará a la pareja que verá como su amor será puesto a prueba por las circunstancias, dañando al vínculo de ambos entre mentiras y reproches. Poco a poco la enfermad irá encerrando a los personajes hasta una habitación claustrofóbica; algo parecido a lo que hace el director en La Herida (2013) y que le valió el Goya.

Fernando Franco dirige una película que nadie quiere hacer. Con un estilo naturalista, la película habla sobre la oscuridad de la muerte a través de los gestos y sin apenas diálogos. Con estas herramientas narrativas nos ubica en la situación de la pareja protagonista, sobre todo la de Marta que muchas veces huirá hacia la naturaleza para evadirse de su agobiada situación que vive con Luis. Sin música original consigue sus objetivos emocionales.

Sólo las personas que han sufrido algo parecido podrán juzgar la ética de los personajes. Yo no me atrevo a juzgar, ni quiero. El amor es exigente.