Conocida sobre todo por su contribución al cine negro emparejada con Alan Ladd (les llamaban el Bogart y la Bacall de bolsillo...) la fascinante Verónica Lake tuvo algunas oportunidades de demostrar su gran talento como actriz de comedia, siendo su extraordinaria aparición en "Me enamoré de una bruja", una deliciosa comedia del gran Rene Clair su incursión en el género más conocida.
Detengan a esa rubia, película muy difícil de ve hoy en día, nos vuelve a mostrar esa faceta de Verónica en una comedia agil, fresca y bastante divertida, realizada con ritmo y buen gusto por el prolífico George Marshall. Pues sin encontrarse entre los mejores trabajos de su realizador, este salva la realización de manera más que satisfactoria gracias sobre todo al mimo y al cuidado que pone a la hora de dirigir a la gran Verónica.
Y es que aunque la comicidad de Eddie Bracken sea más que discutible y la historia algo tópica Miss Lake logra imponerse a todo y cada secuencia en la que aparece hace remontar la película hasta unos límites realmente considerables, quizás insuficientes para convertirla en una cinta memorable, pero si para justificar su visionado para goce, disfrute y reconocimeinto de una de las figuras más magnéticas del cine de los años 40, por desgracia hoy bastante olvidada y nunca demasiado reivindicada.