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Poland Poland · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Normelvis Bates rating:
9
Adventure The parents of children living in Jamaica, afraid that the kids are growing up uncivilized, decide to send them to England. But during the voyage, the childrens' ship is boarded by pirates and in the confusion the children wind up trapped on the pirate ship. The children view it as a lark, and one of them, a girl named Emily, develops an unusual bond with Chavez, the pirate captain. The superstitious pirates can't wait to unload the ... [+]
Language of the review:
  • es
June 24, 2010
37 of 42 users found this review helpful
Esta película es el ejemplo perfecto de una clase de cine que ya no se hace. No sólo porque pertenece al género casi abandonado de las aventuras marinas, sino porque opta deliberadamente por la narración oblicua, por la ambigüedad y la indefinición, por la sana y casi olvidada costumbre de dirigirse a un espectador a quien no se toma por idiota. A diferencia de buena parte del cine contemporáneo, que, como muy bien dice Bloomsday a propósito de “Revolutionary Road”, es puro suero intravenoso para desdentados, pensado para ahorrarnos el enojoso trabajo de masticar, esta gran obra del maestro Mackendrick se sustenta en el sobreentendido y la elisión, en la ausencia absoluta de subrayados, en la ligereza, en los pequeños detalles repletos de sugerencias. Salvo otra joya británica de la época (“Suspense”, de Jack Clayton), tal vez no haya otra película que se haya acercado de un modo tan crudo y delicado a la vez a la crueldad y la belleza del universo infantil.

Y sin embargo, Mackendrick nunca quedó satisfecho con el resultado final. Tras más de quince años tratando de llevar a la gran pantalla la maravillosa novela de Richard Hughes “Huracán en Jamaica”, vio cómo Darryl F. Zanuck, el mandamás de la Fox, convertía la historia de esos niños secuestrados por piratas y que acaban adueñándose del destino de sus supuestos captores en un convencional e inocuo plato de papilla para todos los públicos, con parche y lorito incluidos. Gracias a la complicidad de Anthony Quinn, sin embargo, Mackendrick logró que Zanuck no impusiera completamente su guión, y aunque se eliminó parte del metraje y no se respetó el punto de vista narrativo, que Mackendrick quería en posesión de los niños, la película se acerca bastante tanto a la novela de Hughes como al proyecto original del perfeccionista y autoexigente director bostoniano.

Lo que queda es un agudo relato acerca de la inocencia y de su equívoco papel como separación entre niños y adultos. El choque entre un mundo infantil supuestamente desprovisto de malicia y la aparentemente feroz y despiadada vida pirata se va convirtiendo, de modo casi inadvertido, en un duelo entre el cruel código moral de unos niños curtidos en el juego de la muerte y el modo de vida en trance de desaparición y con frecuencia ridículo de unos hombres casi indignos del nombre de piratas, prisioneros en su propio barco y sometidos a los caprichos de sus supuestas víctimas. Sólo el cansado y crepuscular capitán Chávez parece intuir (e incluso desear) el desenlace del duelo entre niños y piratas, como si viera en él el final más deseable para su tediosa y patética vida. Las miradas que Anthony Quinn y la niña Deborah Baxter se cruzan a lo largo de la peli son de las más sugerentes y turbadoras que nunca se hayan filmado, e ilustran a la perfección la atmósfera malsana de una peli que hizo exclamar a cierto crítico británico que era “como ver a Shirley Temple cantar una canción alegre en un barco mientras descuartiza a un cachorro”.
Normelvis Bates
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