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Poland Poland · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Normelvis Bates rating:
5
Horror. Sci-Fi. Thriller. Drama One of several remaining members of its race, an alien from Venus is guided to Earth by disgruntled scientist Tom Anderson, who tells it which humans it should attach mind control devices to. Among them is his old friend, fellow scientist Paul Nelson. Nelson, after killing a flying bat-thing which carries the device, finally persuades the paranoid Anderson that he's been wrong to ally himself with an alien bent on world domination. They ... [+]
Language of the review:
  • es
September 1, 2010
14 of 14 users found this review helpful
El mundo está lleno de imbéciles. A rebosar. O eso es al menos lo que piensa y dice Tom Anderson. Claro que el bueno de Tom se pasa el día charlando con los venusianos del juicio final de la humanidad a través de un, ejem, sofisticado equipo de radioaficionado que tiene toda la pinta de ser de cartón y tapas de Nescafé pintadas, de modo que, de entrada, a uno no que queda muy claro si el amigo Tom es un genio y un visionario o si está, el pobre, como una auténtica chota. Como Tom tiene la cara, el cuerpo y la voz de Lee Van Cleef, su esposa, muy sensatamente, decide no llevarle la contraria, por si las moscas. Lo mismo hace Paul Nelson, su mejor amigo, interpretado por Peter “¿Te gustan las películas de gladiadores?” Graves, que disimula como puede que cree que a Tom le falta un tornillo, hasta que descubre que es un peligroso hippy poseído por los demonios de la paz y el amor y que ha colado en un satélite a un enviado de una raza de seres superiores que acabará con las guerras, el hambre y la enfermedad, precisamente los tres pilares básicos del sustento de su patria. Ante tan antiamericanas intenciones, Paul decide que ha llegado la hora de actuar.

Si uno no es quejica ni quisquilloso y entra, durante el poco tiempo que dura, en el juego que le propone Corman, disfrutará de lo lindo con uno de los más cochambrosos ejemplos del cine de invasiones espaciales de los 50. El guión, que no deja de lado ni la psicosis nuclear ni la paranoia comunista, es absurdo y delirante, es cierto, y está además aderezado con mucha cháchara moral y filosófica, como si se quisiera dignificar el producto final (innecesariamente) con unas cuantas frases solemnes acerca de la bondad, el entendimiento entre civilizaciones y otras chorradas por el estilo. Pero tiene ritmo y está bien interpretada, tanto por Graves y Van Cleef como por sus esposas en la ficción, Sally Fraser y, muy especialmente, Beverly Garland, la sufrida mujer del quintacolumnista Tom. Hay, además, agradables toques de humor que le dan un simpático aire paródico, de modo que uno le perdona todos sus defectos. O casi.

Cuando salen a escena esos chapuceros y aleteantes croissants de goma que el polizón venusiano envía en cuentagotas desde su cueva para someter la voluntad de sus víctimas, uno se ríe, pero se pone en alerta: si es así como esa inteligencia superior subyuga a los hombres a su antojo, ¿cómo será él, qué pinta tendrá ese horrendo invasor? Dios mío, ¿como explicarlo? Veamos: si los pepinos copulasen, y lo hiciesen además con cangrejos o bogavantes, el producto de ese coito, adornado con unos demoníacos cornetes, dos amenazantes canicas pintadas por ojos, una ristra de colmillos de cochino jabalín y un ribete de yemas de espárrago a modo de patitas, vendría a ser un miembro de esa raza destinada a gobernar el mundo. La alucinante lucha final entre los humanos y tan espeluznante criatura hay que verla para creerla y casi supera mi infinita capacidad de perdón. Avisados quedáis.
Normelvis Bates
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