Al comenzar la serie me pareció que iba a ser una serie sobre criminales muy buena. Las primeras escenas, en las que se empiezan a dibujar los personajes, me parecen las mejores de la serie. El problema es que a continuación se pasa del "dibujo" a los "brochazos". Desaparece la sutileza y todo se hace obvio, subrayado y tosco, llegando a resultar infantiloide en muchas de las escenas que pretenden ser transgresoras. Da la sensación de que la serie la dirige un adolescente con pretensiones de desconcertar, pero que solo consigue cansar y sacarte de la serie.

Los actores son, en su mayoría, muy buenos. Pero los personajes no causan ninguna empatía. Ninguno. Ni siquiera los secuestrados. Te da lo mismo que los maten, que se maten entre ellos, que los detengan o que se salgan con la suya. Así que pensé "quizá salga un personaje de la policía con quien se pueda empatizar".

Pues no. No sale.

Las frases que suelta Arquímedes —que pretenden tener un poso criminal/filosófico— da pena oírlas, aunque estén perfectamente interpretadas por Alejandro Awada.

Da la sensación de que a la serie le sobran de tres a cinco capítulos, y que si la hubieran contenido para mostrar lo truculento de esta familia de forma sutil (descubriéndose poco a poco su verdadera personalidad), habría sido una gran serie. Pero no lo es.

En cualquier caso la serie resulta más o menos entretenida y se puede disfrutar de las interpretaciones y del acertado equipo técnico y artístico (exceptuando la dirección y el guión, que les queda mucho que aprender y que pulir).