Una historia misteriosa y bastante humilde que me hizo volver a saborear los nostálgicos recuerdos de mi infancia; recuerdos como el primer beso, las primeras peleas con el malote del barrio, las dificultades económicas de la familia o las interpretaciones fantásticas que daba a prácticamente todo los sucesos que me rodeaban. No es la única ni la que mejor lo ha hecho, pero me gustó. Las blandenguerías dejan de resultarme molestas desde el momento en que me llegan.
La segunda parte es mejor que la primera, lo reconozco.

Hay gente que no para de vituperar a Anthony Hopkins, que dice que se ha estancado y que siempre interpreta al mismo personaje. Hace tiempo que adopté un sano mecanismo de autodefensa consistente en ignorar las palabras necias e intentar ver las cosas por mí mismo. Señores, a mí el susurrante Hopkins casi siempre me hipnotiza.
¿El niño? Flojito, sí. Pero nadie se acuerda nunca de la adorable niña.