La película podrá ser buena, mala o regular pero en esta ocasión tal circunstancia queda en segundo plano. "Amazing Spider-Man" debe afrontar el gravísimo inconveniente de pasar por encima de la trilogía sobre el hombre araña de Sam Raimi. No tiene el más mínimo sentido, salvo ganarse unos millones de dólares, el que tan sólo diez años más tarde del inicio de dicha saga y cinco que acabase, se decidan por un reboot innecesario y no sólo notoriamente inferior sino que no aporta nada. Lo peor es que de esta forma es como si el Peter Parker de Tobey Maguire no existiera, ni tampoco su preciosa historia de amor con Mary Jane Watson (Kirsten Dunst) sustituida aquí por otra de mercadillo, cosa que me ofende si tenemos en cuenta que con la versión original se había construido la saga de superhéroes más atractiva de los años últimos, en realidad posiblemente de siempre.

Herida de muerte por la mercantil idea, "The Amazing Spider-Man" encima arrastra la imagen de ser la parodia de Cruz y Raya, al menos en los trailers, que dan una idea bastante penosa de la obra. Una vez te pones a verla, descubres que no está tan mal, sobre todo porque lo que funciona es copiado de las de Sam Raimi, a las que por cierto, a ninguna de las tres ha podido alcanzar ni de lejos en las taquillas, y lo que no, es invención de Marc Webb, que comete algunos errores de lógica (¡vaya seguridad!) o sencillamente empeora lo visto antes. A las claras, ni la película, ni la trama, ni el villano, ni la historia romántica, ni la filosofía, ni el tono, ni los actores, ni nada puede compararse con la del 2002. Ni siquiera Emma Stone luce en lo físico. El rubio le queda mal pero peor aún es esa alarmante pérdida de peso. No es especialmente guapa pero tenía curvas. Ahora ni eso. Muy mal.