No estoy seguro si "Lincoln", el último mega proyecto de Steven Spielberg, último para el 2012, acabó siendo un fracaso o no. Me inclinaría por lo primero. Tuvo doce nominaciones a los Oscars pero sólo ganó dos estatuillas, una para la dirección artística y otra evidentemente para Daniel Day-Lewis en el papel del presidente de los Estados Unidos; recaudó algo más de unos 275 millones de dólares pero fue la número treinta en las taquillas de todo el mundo; la crítica oficial la respaldaba pero no dejaba de señalar sus fallos. A mí me parece que está demasiado condicionada por al menos tres. Pero vamos a seguir con la introducción. Spielberg no realiza exactamente una biografía del famoso gobernante norteamericano sino una radiografía de los últimos meses de su mandato, o en concreto, sus esfuerzos para aprobar la enmienda, la Decimotercera, que abolía la esclavitud en el país. Para este objetivo se basa en el libro de historia pura y dura de Doris Kearns Goodwin, "Team of Rivals: the Political Genius of Abraham Lincoln", que es un tochazo de casi 1.000 páginas. Dicho esto, la película formalmente, aunque demasiado oscura, rodada en interiores y dialogada, pues no está mal. Qué menos se le puede pedir a un trabajo de Spielberg, con tantos y tan buenos medios a su disposición.

Ahora bien, para mí cuenta con errores graves. Los resumiría en tres. El primero es que le falta materia fílmica. La historia de la aprobación de una ley, por muy importante que sea, no lo es, y por eso "Lincoln" es aburridísima, además de plúmbea y propagandística. El segundo, es que carece de interés porque sabemos lo que va a pasar en todo momento, es historia, y su director no ha abierto su trama a otras cuestiones, salvo para un relato muy estereotipado de buenos y malos. Y el tercero más grave, que es de un simplismo manipulador grosero. Cualquier análisis sobre la cuestión esclavista, sus defensores y detractores, es escondido en pro de un discurso de lo más ingenuo en el que Lincoln es ensalzado, y de paso a la democracia, ocultando por ejemplo su racismo, por el cual siempre se negó no ya a la igualdad sino a la participación social y política de los negros. ¡Hasta a los matrimonios mixtos! No existe la más mínima crítica a un proceso por el que los esclavos obtuvieron la libertad, pero siguieron tan pobres y marginados como antes. Pero las cosas salieron así de chapuzas, tarde y mal, precisamente porque había democracia en los Estados Unidos. Cuánta razón tenía Adam Smith cuando afirmó que "la libertad del hombre libre es la causa de la gran opresión de los esclavos".