Mi visionado de "SWAT" sufrió una serie de percances que aunque no tienen mucha relevancia confluyeron para que a la postre me resultara una película anodina. Primero, la pilé empezada en unos tres o cuatro minutos. Después del enfado correspondiente, porque no fue mi culpa si no de la cadena que pone una hora y luego no la cumple, mi di cuenta de que me sonaba pero el hecho de que no recordara apenas nada más revela que me resbaló por completo. Ahora bien, cuando llevaba más o menos una hora y diez minutos, se fue la antena o lo que fuese para dejarnos a todo el bloque sin televisión hasta el día siguiente o al menos hasta la madrugada. Así que tuve que buscarme por ahí cómo terminar de verla, lo que he conseguido hacer al cabo de varios días.

Dicho esto, la adaptación cinematográfica de la serie norteamericana del mismo nombre, emitida en 1975 y 1976, sobre todo famosa por su banda sonora, se muestra rutinaria en todo el metraje, con una primera parte centrada en el entrenamiento más aburrida y una segunda donde campa la acción, que sí es más llevadera. Lo malo es que la historia, que tarda mucho en materializarse, es descabellada: un preso anunciando por la tele una recompensa de cien millones de dólares mientras lo llevan esposado. La mezcla entre "Top Gun" (1986) y "Training Day" (2001), o cualquier otra policial, ni siquiera tiene el gancho de sus protagonistas desde Colin Farrell a una Michelle Rodríguez, a la que ponen de guapa pero que no lo es, siempre tan machote que me veía venir su bisexualidad.