"Sois más blandos que una peli de Disney", suelta uno de los animalejos a sus compañeros de corral en un momento de la película. Contextualizada, la broma tiene mucho de desafortunado, pues si de algo puede presumir Héroe a rayas es de blandura (ni una mierda de pavo es más blanda, vamos). La cosa va de una cebra que cree que es un caballo pero más guay, y se le mete en la cabeza competir contra los purasangre de su barrio (unos malotes) gracias al entrenamiento de un pony con una melena acojonante y el apoyo moral de sus compis de granja. Todo en ese plan, ya sabéis.

Du Chau, de origen surafricano (de ahí la idea de la película, digo yo), ha pretendido hacer una agradable película familiar sobre el afán de superación y el valor de la amistad, pero al no escatimar en tópicos y mermelada ha acabado abocando el proyecto hacia lo inmediatamente olvidable. Y es que con un guión tan esquemático y previsible no se puede pretender nada más. En cuanto al factor cómico, sólo funciona el humor escatológico de ese par de moscas que tan cachondamente doblan los Gomaespuma, y apenas salen 15 minutos... A modo de balance: un prototípico y nada memorable divertimiento animal, de esos que según cómo empiezan ya sabes cómo van a acabar, y que sólo gustará a los más peques de la casa y a Mirito Torreiro. Nada que ver con su modelo de inspiración Babe, una fábula de bichos parlantes mucho más inteligente y perspicaz.

Lo mejor: las moscas cojoneras.
Lo peor: el cliché de la madre muerta. ¡Cuándo dejarán los de Hollywood de utilizar el dichoso trauma!