Gripe, fiebre, cansancio. Suficientes motivos para alejarme de escribir sobre cualquier película y acercarme a ver cualquier otra con un mínimo de contenido. Esta es la razón de ponerme a ver Eddie (1996), una comedia de las que frecuentaba Whoopi Goldberg en los noventa -a bote pronto recuerdo otra en la que hacía de pareja policial con un dinosaurio-. A mi esta mujer, dejando de lado su papel en Ghost, nunca me ha hecho gracia, y este film no es la excepción. Dirige el desconocido Steve Rash y secundan a Goldberg mejores actores como Richard Jenkins, Dennis Farina (1944-2013) y Frank Langella -aunque sea difícil de imaginar, novio de Whoopi del momento-.

La trama es idónea para que la actriz tenga ocasión de lucirse en cada escena con sus gracietas. Wild Bill Burguess (Langella) compra el equipo de la NBA de los New York Knicks, despide a su entrenador con mala racha de victorias (Farina) y decide elegir a la Eddie (Goldberg) del título para hacerse cargo del equipo. Decir que Eddie es chófer de limusinas, fan del mismo equipo de baloncesto. Desde entonces, como uno puede imaginarse, los Knicks empiezan a ganar.

Es la segunda vez que me trago esta peli, y lo curioso es que la primera fue en cine. La razón, como John McClane en Jungla de Cristal, estar en el lugar equivocado en el momento menos oportuno -o sea, a mi madre esta mujer si le gustaba-. Tampoco le hice ascos, ya por entonces era seguidor de la NBA y en esta peli aparecen jugadores del momento: John Salley, Rick Fox, Mark Jackson, Malik Sealy (1970-2000), Dwayne Schintzius (1968-2012), Greg Ostertag y cameos de mejores jugadores como John Starks, Vlade Divac, Dennis Rodman, Walt Frazier, Larry Johnson y Gary Payton.

La presencia de estos jugadores no hacen de Eddie algo que valga la pena verse, su interacción con la Goldberg no da para mucho, los deportistas porque no son actores profesionales, esta mujer porque se hace fácilmente pesada. Lo mejor, que la película va sobre baloncesto, los gags -afortunados o no- van sobre este mismo deporte, y casi la totalidad de metraje sucede en la cancha. Motivos tampoco de mucho peso, pero suficientes para que durante hora y media se me olvidara que estaba malo.