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February 18, 2008
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Sí, ya sé lo que pasa con las pelis antiguas. Los amantes del cine somos así de snobs. Hay una indulgencia basada en aquél lema cinéfilo, ¿cómo era? Ah, sí: “todo lo viejo fue mejor”, o algo similar. Queda guay y muy culto, así que películas a las que hoy despellejaríamos sin piedad tendemos a puntuarlas en alza. Porque claro, fueron abanderadas, precursoras, marcaron un antes, y eso tiene tanto mérito….
O bien confluyen factores nostálgico-romanticoides, y por ello, los que en su día vibraron con las escenas persecutorias de la fantasiosa e infantil utopía esa de “la gran evasión”, hoy se siguen emocionando con su recuerdo. “¡Ohhhh! Le has puesto un cuatro a un clásico, ¡¡guillotina!!”.
Pero no me digas que esto sucede con esta maravillosa alborada que hoy nos ocupa, porque no.
Amanece una lección incontestable en forma de obra de arte, brillante como un resplandor matutino. Para ser obra de arte no debes envejecer, sino remozar con los años. Esta es una lección de cine capaz de hacernos creer que las palabras no importan, y que una mirada de un ser tan maravilloso como Janet Gaynor habla más que el mejor diálogo. Y emociona. Porque esa pureza, ese romanticismo del de siempre (¡te he dicho que no digas "anticuado"!)… eso no envejece, sino que perdura.
Si descubrir el amor es la leche, redescubrirlo debe ser sublime. Esta película es redescubrir el romanticismo.
Para ello, es ineludible que no se hable, es necesaria una fotografía difusa como los sueños y es aconsejable esa ingenuidad primeriza como una sonrisa.
Con esta peli me pongo a soñar al amanecer, y despierto de noche. El cine me pide perdón, y yo despierto amándolo mucho más, porque me hace tan feliz...
O bien confluyen factores nostálgico-romanticoides, y por ello, los que en su día vibraron con las escenas persecutorias de la fantasiosa e infantil utopía esa de “la gran evasión”, hoy se siguen emocionando con su recuerdo. “¡Ohhhh! Le has puesto un cuatro a un clásico, ¡¡guillotina!!”.
Pero no me digas que esto sucede con esta maravillosa alborada que hoy nos ocupa, porque no.
Amanece una lección incontestable en forma de obra de arte, brillante como un resplandor matutino. Para ser obra de arte no debes envejecer, sino remozar con los años. Esta es una lección de cine capaz de hacernos creer que las palabras no importan, y que una mirada de un ser tan maravilloso como Janet Gaynor habla más que el mejor diálogo. Y emociona. Porque esa pureza, ese romanticismo del de siempre (¡te he dicho que no digas "anticuado"!)… eso no envejece, sino que perdura.
Si descubrir el amor es la leche, redescubrirlo debe ser sublime. Esta película es redescubrir el romanticismo.
Para ello, es ineludible que no se hable, es necesaria una fotografía difusa como los sueños y es aconsejable esa ingenuidad primeriza como una sonrisa.
Con esta peli me pongo a soñar al amanecer, y despierto de noche. El cine me pide perdón, y yo despierto amándolo mucho más, porque me hace tan feliz...