Octava entrega sobre las sangrientas correrías oníricas de Freddy Krueger. De todas las películas sobre Freddy las que más me gustaron son la cuarta y la primera, por ese orden. Este remake no aporta nada al original, ni siquiera está mejor hecha a pesar de los años transcurridos. El argumento de la primera era novedoso y tuvo mucho éxito, pasando Krueger a formar parte de la iconografía del cine de terror. Sin embargo, la historia fue sobre explotada y después de tanta secuela y serie de televisión incluída, no había nada más que rascar. La historia de Freddy Krueger la conocemos todos y esta secuela juega a contárnosla como si no lo supiéramos, como si no lo hubiésemos visto antes. Por eso carece de garra, de fuerza de frescura, de todo.

Además el actor que interpreta a Freddy no me convence nada. Es un enano mierdecilla que al lado de Robert Englund da pena. Y el maquillaje no supera al de la versión de Wes Craven. Esta secuela es un calco insulso de la original. Pocos remakes en los últimos años han aportado o mejorado las versiones en las que se basan. Es bien triste que la oferta cinematográfica de hoy en día no sea más que la de remakes de películas cada vez más recientes. No me extrañaría que en un par de años hiciesen uno de Gladiator o de El señor de los anillos. Y dentro de veinte, otro remake de esta parida de Pesadilla en Elm Street el origen.